El cuadro es desolador. Dan ganas de maldecir a los imbéciles que autorizaron instalar una fábrica recicladora de aceite en la ribera de un río.
Tarde o temprano el desastre vendría, hasta que el día maldito llegó hace una semana, al ocurrir un incendio que llevó los aceites de reciclaje al cauce del río La Silla.
En pocas horas, el ecocidio sobrevino: Cientos, miles de peces murieron a consecuencia del derrame del hidrocarburo tóxico que se extendió hasta el cruce de ese cauce con el del Santa Catarina.
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Y más adelante la mancha llegó al río San Juan, pese a los esfuerzos del personal de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente que desplegó equipos de contención.
Lo que sigue es clausurar y reubicar esa empresa, pero entre la burocracia y la corrupción, esas hermanas gemelas que tanto daño hacen al país, el caso se irá al olvido, la empresa volverá a su negocio y la ecología se irá al carajo.