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Desde el reino de la mentira

Como si todo formara parte de una gigantesca novela de horror y suspenso, supimos que un grupo de empleados rebeldes de Facebook contradijo la declaración de Mark Zuckerberg.

Hace unos días, como buscando dejar constancia histórica del cataclismo ocurrido con la victoria electoral de Donald Trump, el Oxford Dictionary nombró al concepto “posverdad” (definido como “relativo a o denotando las circunstancias en las que los hechos objetivos influyen menos para delinear la opinión pública que los llamados a la emoción y la creencia personal”), como la palabra internacional del año 2016. Entre otros motivos, los editores del diccionario advirtieron que su utilización se incrementó en más de 2000 % sobre el año precedente. Con este nombramiento simbólico, termina por introducirse en el vocabulario mainstream uno de los conceptos cruciales para intentar comprender la demencia política contemporánea: adiós a los hechos y bienvenidas sean las teorías del odio y la conspiración que estructurarán la política del país más poderoso del mundo.

Paralelamente, como si todo formara parte de una gigantesca novela de horror y suspenso, supimos que un grupo de empleados rebeldes de Facebook contradijo la declaración de Mark Zuckerberg en el sentido de que la red social no contribuyó al triunfo de Trump diseminando noticias abiertamente falsas. (Un ejemplo de esto fue la noticia falsa titulada “El papa Francisco sorprende al mundo apoyando abiertamente a Donald Trump en un comunicado”, vista o compartida casi un millón de veces en Facebook). Uno de los empleados anónimos declaró al sitio de noticias BuzzFeed: “No es una idea descabellada. Lo descabellado es que él [Zuckerberg] aparezca en público y deseche la posibilidad, cuando sabe perfectamente, y todos en la empresa lo sabemos, que las noticias falsas se diseminaron de manera rampante en nuestra plataforma durante toda la elección”.

Si nos detenemos a pensarlo con cuidado, estos fenómenos son una consecuencia lógica de teorías filosóficas conceptuales que entronizan la subjetividad y donde el yo de cada cual —adiós también al “nosotros”— se convierte en el centro del universo. De ese modo, la participación política se transforma simplemente en extensiones de ese mismo yo, limitando lo gregario si acaso al grupo de interés especial al que uno pertenezca, incluso al grado de que minorías aplastadas terminan alejándose o enfrentadas entre sí, pues los únicos derechos por los que vale la pena luchar son los que nos reportan beneficios directos. A los demás que se los lleve la chingada pues, sujetos neoliberales como somos, consagramos la existencia a la consecución egoísta de nuestras propias metas, que giran por lo general en torno a ese tótem contemporáneo llamado acumulación. No hay más verdad posible que la que se acomode a la causa que me beneficia, y como prueba están los miles de amigos desconocidos de Facebook que piensan exactamente igual que yo. En ese sentido, es una ironía casi poética por su crueldad que el próximo líder de Estados Unidos considere que no pagar impuestos lo convierte en alguien “inteligente”, como declaró en el segundo debate presidencial.

Pero no todo está perdido, pues afortunadamente cada quien podrá compartir en el muro de Facebook su versión personal de la pesadilla colectiva, y aquel que tenga más likes podrá tener la satisfacción de saber que su sufrimiento es el más intenso y genuino de todos.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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