El 31 de octubre y 1 de noviembre se llevó a cabo en el municipio de Chignahuapan la edición número 25 del Festival de la Luz y de la Vida, así como la Ofrenda de las Mil Luces, como parte de la celebración del “Día de Muertos”.
Al tener como escenario la Laguna de Chignahuapan, 60 danzantes y actores ejecutaron la representación plástica de este ritual prehispánico en el que se narró las nueve pruebas que el alma del guerrero Ome Ecatl Ocelotl debe enfrentar para llegar al Mictlán o lugar de los muertos. Entre estas pruebas se encontró el atravesar el río Chignahuapan.
Este festival fue nombrado patrimonio intangible cultural de Puebla y México. Nació porque en esta zona habita el axolote, animal que juega un papel principal en las creencias locales.
“La Laguna de Chignahuapan da nombre al municipio, pues se desprende de tres vocablos náhuatl: Chiconahui, que se traduce como nueve; atl, que es agua; y pan, que es en o sobre. Por eso Chignahuapan es el lugar de los ‘nueve ojos de agua’ o ‘sobre las nueve aguas’ o ‘sobre el noveno río de agua’, este último nombre tiene referencia a lo que se celebra este día”, informó el director de Turismo de la localidad, Jorge Gámez García.
Detalló que es una conmemoración al nombre, “porque hay un mito prehispánico, el cual dice que, para llegar a este mundo de los vivos, teníamos que pasar nueve meses en el vientre de la madre y cuando fallecíamos, el alma se desprendía del cuerpo y tenía que vagar cuatro años por nueve páramos o inframundos”.
Añadió que el noveno páramo “es justamente el de las aguas del Chiconahuapan. Dice en el libro de Fray Bernardino de Sahagún que en estas fechas acostumbraban a hacer estos festejos y poner ofrendas especiales a sus muertos o cuando fallecían acompañarlos de elementos importantes, que de acuerdo a las creencias les iba a ayudar a cruzar estos nueve paramos”.
Abundó que de acuerdo a esa narración, “las aguas del Chiconahuapan eran turbias, el lugar oscuro, tenebroso, por lo que debería ser acompañado (Ome Ecatl Ocelotl) por un perro bermejo, que es el xoloitzcuintle, y dice la leyenda que no tenía que ser ni blanco, ni negro, sino bermejo para que pudiera tener la capacidad de cruzar las aguas del Chiconahuapan y poder entrar al Mictlán, donde la diosa y el dios de la muerte o de la oscuridad, es decir, Mictecacíhuatl y Mictlantecuhtli, iban a recibirlo en el inframundo o Mictlán”.
Sobre la importancia del dios Xólotl, dijo que “era una deidad, hermano mellizo de Quetzalcóatl, y tenía entre sus capacidades la de transformarse. Una de esas transformaciones es la de Axólotl, que del náhuatl se traduce como monstruo o muñeco de agua, y es el ajolote que para los chignahuapenses tiene una connotación muy especial”.
Para esta representación se coloca en el interior de la laguna una plataforma con una pirámide que semeja el sitio donde inicia y concluye el viaje de los muertos, mientras que a los costados se aprecian imágenes de calaveras con velas que flotan sobre el agua. Esto se complementa con lanchas que aluden al viaje de las almas al lugar de los muertos.
La representación está dividida en tres partes: la primera en cuando hacen el lavado con el agua de Chignahuapan. La segunda es cuando el alma ya está en el Mictlán y la tercera se festeja la danza del alma que ya descansa.
Acotó que todo esto se complementa con música prehispánica, silencios, danza, luces y la pirotecnia con la que cierra la representación, la cual tiene también como fin conseguir la purificación.
Cabe destacar que también se realizó la Ofrenda de las Mil Luces, donde se colocaron veladoras, pan, flor de cempasúchil, mole, fruta diversa, incienso y otros elementos, así como tapetes de aserrín con grecas prehispánicas, para recibir a las ánimas que visitan el mundo de los vivos. Por último, este fue el primer año que no se instaló en el Zócalo, ni se realizó la marcha de las antorchas.
AFM