En enero pasado visité el Centro Dramático de Michoacán (Cedram) después de más de ocho años de no hacerlo. Mitologías varias y fobias supinas han acompañado este proyecto cultural que es, desde mi perspectiva, uno de los más importantes a nivel nacional. Su alcance social lo hace imprescindible, y su modelo artístico (no confundamos con estéticas cerradas o estilos únicos) y de operación perfectamente puede ser replicado en otros puntos de la dolorida geografía de este México en guerra.
Con sede en Pátzcuaro, el Cedram no solo es un centro de producción de espectáculos que giran y que tienen como espacio de partida el Teatro Lázaro Cárdenas, sino que se liga con la carrera de actuación de la Casa del Teatro de la Ciudad de México y constituye una extensión formativa. Las bondades académicas no solo son en lo profesional porque también tiene su derrama en comunidades de los municipios cimbrados por la violencia en Michoacán.
De 2005 a septiembre de 2016 la numeralia es apabullante: con 77 distintos espectáculos que han viajado a teatros convencionales, a la calle o con los autobuses y camiones que se convierten en teatros técnicamente operativos —que son una maravilla y su costo muy reducido—, el Cedram ha llegado a casi medio millón de espectadores, igual en ciudades que en pueblitos, en veredas y rancherías de difícil acceso. Ha llevado el teatro a rincones donde los lugareños nunca hubiesen sospechado que su magia los tocaría y los haría sus devotos más rotundos, donde se recibe a los actores en casas de piso de tierra y techo de lámina, donde se les brindan tortilla, frijoles y chile, donde los niños se memorizan los diálogos de los personajes y, cuando se atasca un camión en el lodo, lo sacan con tractor o a fuerza de brazos y caballos. Sin ánimo evangelizador pero con las estrategias de hace más de 400 años, el teatro es bálsamo, esperanza y despertar de la inteligencia en comunidades donde la violencia gubernamental y del crimen organizado, que se funden y confunden, generó un fenómeno como el de las autodefensas que liderara el doctor José Manuel Mireles en protección de la gente.
El Cedram ha llegado a 625 comunidades de 40 municipios michoacanos, con más de 114 mil kilómetros recorridos y 3 mil 102 funciones realizadas. ¿Qué otro proyecto similar en el país ha hecho esto? Ninguno. Es buen momento de preguntarnos dónde y cómo se deben articular los proyectos teatrales. Actualmente son pocos los creadores que se atreverían a salir de su zona de confort, de los centros de prestigio cultural, y trabajar realmente para la gente.