Un día José Amador hizo cuentas y tomó una decisión importante para él y su familia: abandonó su trabajo de oficinista, de encargado de fotocopiado en el área de paquetería de la Universidad de Guanajuato, para dedicarse a hacer títeres.
Eligió este camino por la creatividad de su esposa Martha Fernández, a quien le era suficiente tener algún material en las manos para transformarlo. “A veces con un solo vaso de unicel era capaz de hacer una taza o una tetera, era impresionante”, recuerda José.
Martha comenzó a hacer muñecos y manualidades, y empezó a vender muñequitos de manta llamados “vudú” por 10 pesos afuera de una secundaria, con el propósito de mejorar la economía familiar. Los vestían de rockeros, hippies, punks o darketos.
“Nos fuimos a vivir juntos a los 15 años, cuando todavía estábamos en la secundaria; a los dos años nació nuestra primera hija y tuvimos que dejar de estudiar para empezar a solventar nuestros gastos. Así que somos autodidactas, especialmente ella, que es la más creativa. Surgió entonces la idea de experimentar con otros materiales papel, plastilina y pasar de muñecos cosidos y bordados a hacer catrinas y alebrijes.
Todo ello condujo a la pareja de artesanos a conocer gente que los condujo por un mundo que no conocía. Lo más importante fue que aceptaron el hecho de ser artistas plásticos ya que, a pesar de no tener estudios, lo son. También aprendieron que sus piezas se llaman “esculturas suaves” y no “juguetes”, como ellos creían. Además, fueron invitados a concursos de artesanías y juguetes, a exposiciones, incluso fundaron su compañía de teatro Caripluma, en la que participan ellos y sus tres hijos adolescentes. “Es un hobby que nos da de comer”, dice José.
El taller
Arte Caripluma, como se llama el taller, tiene una línea de esculturas suaves que integran una serie que se produce de acuerdo con las celebraciones populares: calaveras, zombis, catrinas, quijotes y luchadores. Entre ellos hay un alebrije que ha ido evolucionando con el tiempo. Su primer antecedente fue Muliñandopelicascaripluma, en honor a aquella mezcla de animales que, según el cuento “El bosque azul”, de Constancio Vigil, quiere entrar al mundo por una de las tres puertas (el cielo, la tierra y el agua). Es una escultura que, en su versión 2014, ganó el cuarto Concurso Estatal de Juguete Popular en Guanajuato.
“Es una combinación de pájaro, avestruz, cabeza de réptil y pájaro, y tiene pluma y pelo. Fue cambiando con el tiempo, pues teníamos que hacer diferentes versiones para que no compitieran nuestras propias piezas en las diferentes tiendas donde los vendíamos”, dice José.
Explica que aun cuando la producción de estas esculturas es fundamental para los gastos familiares, se hacen bajo una consigna: “No existe un patrón o molde, no se trabaja por computadora y no se producen en serie. Cada uno tiene su propia identidad, sus propios colores, un nombre diferente y un proceso de hechura propio”, dice.
“Ahora ya usamos una máquina de coser, pero la gran mayoría de las piezas se cosen a mano: patas, cuello, cabeza, alas y colmillos. Después, Martha pinta la cabeza del alebrije según su inspiración y, finalmente, se ponen los hilos y la cruceta de madera para hacer de esa escultura un títere.
”A veces resultan unas piezas verdaderamente hermosas, que honestamente no quisiera vender; incluso les ponemos un precio alto para que no se las lleven, pero aun así las compran. Hace poco hicimos una Frida dos en una, es decir, que la escultura tenía en su mano una marioneta de Frida. Le vendimos en alrededor de mil pesos y, según nos dijeron los compradores, se fue hasta Pakistán”, cuenta José Amador.
Martha y José utilizan diferentes técnicas, como modelado de esponja con tijeras; se toma un cubo de esponja, parecido al de los colchones, y con la tijera le va dando forma. Generalmente esa es la cabeza del títere, y después se le une el cuerpo de tela.
Estas marionetas condujeron a Martha y José a una nueva tarea: el teatro. Fue fundada hace dos años y ofrece funciones particulares y en periodos vacacionales. “No podemos dedicarnos de lleno a eso porque los otros tres actores son nuestros hijos de 14, 15 y 16 años de edad, cuya principal responsabilidad es estudiar”, cuenta José.