Movido ha estado el panorama en el ajedrez de los puestos culturales a partir del fallecimiento del primer secretario de Cultura (SC), el embajador Rafael Tovar y de Teresa. La designación de María Cristina García Cepeda al frente de la SC era deseada por muchos sectores, y si el lector hace memoria recordará que era quien esperábamos encabezara el Conaculta desde el inicio de la gestión de Enrique Peña Nieto por haberse encargado, en la campaña y posteriormente en el equipo de transición, del tema cultural. La designación de los subsecretarios Saúl Juárez y Jorge Gutiérrez habla de continuidad pero también de renovación y mirada fresca.
La designación de Lidia Camacho al frente del Instituto Nacional de Bellas Artes nos parece un signo de que el organismo ha de girar algunos grados y ponerse en movimiento de otra manera, porque al frente de Radio Educación y de la Fonoteca Nacional Lidia fue una gestora impresionante. Por eso celebramos también que llamara a Roberto Vázquez como subdirector para acompañarla en este viaje de fin de sexenio, que no será fácil pero promete otro tipo de relación con los gremios culturales e iniciativas que sacudan algunas inercias. Como secretario de Cultura de San Luis Potosí y en otros encargos, Roberto ha resultado no solo eficiente sino imaginativo, amén de poseer una enorme capacidad de trabajo. Todos ellos tienen mi respeto, admiración y fe para que las cosas marchen de mejor manera en estos tiempos tan adversos para la cultura. Esperamos que la incomprensión de los sectores políticos no sea invencible y que las buenas razones redireccionen recursos para una nueva Secretaría que pareciera haber nacido sin dientes.
A las decisiones ya mencionadas y celebradas, se suman algunas que afectan al teatro de manera particular. Juan Meliá pasó al Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) después de una meteórica carrera como coordinador nacional de Teatro del INBA, puesto en el que logró cosas impresionantes en el ámbito nacional pero también, y muy señaladamente, en el internacional. El teatro mexicano, que venía construyendo una espléndida imagen, terminó de consolidar su presencia en festivales y coproducciones en el extranjero. De verdad sería muy sensible la salida de Meliá de no ser porque su relevo, Alberto Lomnitz, es un hombre de teatro comprometido, conocedor y que ya tuvo experiencias administrativas en el pasado. Ambos en sus nuevos encargos son una gran señal de la SC. El tiempo me desmentirá o no. Veremos.