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Blum explora la oscuridad en la naturaleza humana

En su novela, la regiomontana aborda la pederastia y busca mostrar “los mecanismos internos de cada personaje para llegar allí”.

La escritora regiomontana Liliana Blum sabe que la trama de la novela El monstruo pentápodo (Tusquets, 2017) puede resultar perturbadora para un buen número de lectores no solo por la temática abordada, sino por la manera tan directa de contar esa historia. Al mismo tiempo está convencida de que solo está inserta en una tradición literaria mucho más amplia, “no estoy descubriendo el hilo negro.”

“En absoluto se trata de una apología de la pederastia; es el receptáculo de todos mis miedos y todas mis pesadillas. Soy mamá de hijo y de hija, y justo hay escenas que me costó mucho escribir; a la hora de la revisión me preguntaba cómo podía haber escrito eso. La novela es monstruosa precisamente por eso, pero a la literatura no le corresponde decir cómo debería de ser la sociedad ni mostrar una sociedad ideal, para eso hay otros géneros”.

La intención primordial de Blum fue mostrar algunos de los rincones más oscuros de la naturaleza humana: ambientada en Durango, es una historia que bien puede ocurrir en cualquier parte del mundo, en donde un hombre de apariencia común y corriente, trabajador y amable, guarda un secreto escalofriante: es un pederasta.

“La narrativa debe entretener y contar una historia, lograr que el lector llegue hasta el final, y si a partir de ello el lector saca sus propias ideas y conclusiones, genial, que en este caso es como ‘mira esto tan horrible que está sucediendo, con seres que están entre nosotros’.

“El tipo de pedófilos que se muestran en la novela son los que más hacen nota, los que más llaman la atención, pero hay una costra que se levanta porque por cada personaje como el protagonista de la novela, hay mil padrastros o tíos que violan a los niños al interior de las familias, que son los casos más comunes de pederastia, y redes de trata del narco. Estos son los casos más raros y, sin embargo, los que más impactan”.

La historia se cuenta de manera directa, convencida la autora de que la corrección política es fatal para las artes, “sin que eso se malinterprete”, porque le quita una de las funciones más importantes: mostrar a una sociedad tal cual en un lugar y en un tiempo.

“Si de repente empezamos a ser tan correctos, los personajes van a ser irreales, porque por más que hayan avanzado los derechos humanos y el feminismo, en la sociedad seguimos viendo hombres que abusan de mujeres, y mujeres que usan su sexualidad para avanzar. No digo que estén bien, sino que sigue existiendo. Si vamos a ser tan políticamente correctos, vamos a dejar a los libros como un budín de vainilla sin sabor y quien lo lea, 50 años más tarde, no va a tener idea de lo que aquí pasaba”.

El libro aborda la pederastia con toda su crudeza, a sabiendas de la polémica que podría suscitar, pero Blum reconoce que cuando la gente es perfecta y hace todo bien, no hay historia para llevar a la literatura, en especial porque los seres humanos tendemos hacia el conflicto.

“Hay verdaderos monstruos que navegan en la sociedad de forma natural. Estos personajes son muy humanos, no son todos malos ni todos buenos; lo que yo quería mostrar eran los mecanismos internos de cada personaje para llegar allí, porque me gusta mucho explorar el lado oscuro de la naturaleza humana, el por qué hacemos lo que hacemos, el cuestionar tanto a hombres como a mujeres”, dice la escritora.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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