Hubo un tiempo en que la música cubana fue para el jazzista Javier Colina “un amor escondido. Allá en España, cuando era niño, eran las canciones que se oían. En casa escuchaba muchas canciones cubanas, las pocas que cantaba mi madre”.
Tiempo después, esta música le vino “por contagio”, dice en entrevista el contrabajista nacido en Pamplona en 1960, “sobre todo en el año 1995, con Santiago Auserón y el proyecto que tenía como Juan Perro. El primer disco, Raíces al viento lo grabamos en La Habana y me di cuenta que era una música que yo llevaba muy dentro”.
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Referente del jazz mundial, Colina ha tocado lo mismo con los pianistas George Cables, Chano Domínguez, Tete Montoliu y Chucho Valdés, que con el trompetista y conguero Jerry González y el flautista y saxofonista Jorge Pardo. Ha colaborado también con músicos de flamenco como Tomatito, Pepe Habichuela, Diego El Cigala y Enrique Morente, así con los cubanos Compay Segundo, Pancho Amat y Bebo Valdés.
El contrabajista comenta que tuvo la fortuna de trabajar con Compay Segundo y, explica, “como hacemos con el flamenco, aprovechamos el punto de vista del jazz para tratar de improvisar sobre la música cubana”. También colaboró con el legendario pianista Bebo Valdés. “Bebo era la música cubana viviente y aprendí muchas cosas sobre la aproximación a la música, el repertorio, las formas musicales, la improvisación y los valores a la hora de interpretar”.
El jueves 29 de septiembre Javier Colina y su trío se presentarán en el Teatro de la Ciudad con la cantante Silvia Pérez Cruz en el espectáculo En la imaginación, título del disco que marca el inicio de su colaboración. Acompañados por el pianista Albert Sanz y el baterista Marc Miralta interpretarán canciones clásicas de la música cubana.
—¿Cómo surgió este proyecto?
Como a mí me gustaba tanto la música cubana y había tocado y compartido con muchos músicos, tenía un montón de canciones que me gustaban mucho, algo así como mi propio hit parade. Conocí a Silvia, la escuché y me emocionó mucho. Así que pensé en las canciones que más podían funcionar para trabajarlas con ella con un trío de jazz. Así nació el proyecto en cuanto a las formalidades, pero la verdad es el canto de Silvia me enamoró, lo mismo que su carisma. Yo le propuse los temas, le encantaron y por la afición de ambos nació este proyecto. Fue algo muy natural. Yo puse el repertorio y ella la voz y sus pensamientos musicales.
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—¿El repertorio es de varias épocas?
Sí, hay canciones antiguas de son cubano y otras más modernas, pero lo que tienen en el común son las letras. Las letras hablan sobre todo de desamor, pero un desamor como lindo. Le damos mucho énfasis a las letras, por lo menos así lo hemos trabajado nosotros.
—¿Piensas que tienen alguna relación con los standards de jazz?
Sí, me he dado cuenta que en muchos países ricos musicalmente hay estándares, como en Cuba. Allá hubo el movimiento del filin, que es mucho de lo que hacemos, cuyas armonías son muy parecidas a las del jazz. Fue una música que se hacía allá por los sesenta y los setenta con mucha semejanza con el jazz. También tenemos mucha música de son de muchos años atrás, pero, como te decía, lo que une a estos repertorios son las letras.
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