Después de la inauguración de la escultura La Giganta, le propuse a José Luis crear una colección de libros que podría llevar como lema el nombre de la titánica mujer de bronce que había transformado con su presencia múltiple el hermoso Museo José Luis Cuevas. Le dije además que el primer título podría ser la muestra de todos los bocetos de la imagen hasta la presentación final de la estatua. El volumen debería estar acompañado de varios poemas que eran famosos porque retrataban, precisamente, a una giganta. Él, como pintor, los conocía muy bien. Por supuesto tendría que incluir la pieza de Baudelaire —la preferida— y la de Díaz Mirón, así como un fragmento de Viaje del Parnaso de Cervantes donde aparece un Goliat femenino. A él le pareció muy buena idea, pero me propuso que comenzáramos con la reunión de una parte significativa de los versos que muchos poetas habían escrito sobre él o sobre su obra. Eduardo Cabrera, el director de la Biblioteca Octavio Paz del museo, los había preparado. Me puse a trabajar en la selección. Muchos de los poemas eran excelentes. Cuatros ejemplos:
Saltas
Por la ventana de tu mano
Con tus vivos y tus muertos
Al bosque de las líneas:
Las que separan las que juntan
Las de ser joven o viejo
Quieres desenredarlas:
unas para tus vivos
otras para tus muertos
Ulalume González de León
Atado a su criatura
el ojo monstruo la inflama
y la modela,
elude el coletazo, sortea la dentellada
de anguila sepia o saurio
remate invertebrado de una pierna
inconclusa
Eduardo Lizalde
Contra la hoja
desgarra acribilla pincha sollama atiza
acuchilla apuñala traspasa abrasa calcina
pluma lápiz pincel
fusta vitriolo escorpión
conmemora condecora
frente pecho nalgas
inscribe el santo y seña
el sino
el sí y el no de cada día
Octavio Paz
Cuevas y yo nos ahogamos entre copas rotas que emanan arena
Sabemos que un pájaro en la nieve sólo existe por su sombra
Recogemos pedazos de una noche estrellada con obscenas municiones de caviar
Marco Antonio Montes de Oca
TE RECOMENDAMOS: Elva Macías: La mirada surtidora
Con el título que escogimos para nombrar todo el libro, Municiones de caviar, José Luis estaba encantado. Él admiraba la gran imaginación de Montes de Oca y veía en el autor de Delante de la luz cantan los pájaros, a un poeta poderoso con el que se identificaba por la estética desafiante y por la forma en constante creación de nuevos mundos. Además la síntesis bélica-gozosa de los dos sustantivos, "municiones" y "caviar", le pareció que mostraba de manera perfecta el talante alzado y batallador y, al mismo tiempo, sensual que debería tener no sólo la colección sino los proyectos del propio museo. Recuerdo que hablamos mucho sobre esta primera prueba, de los poemas que más le gustaban y del acierto de haber tomado el título del poema de Montes de Oca.
[OBJECT]De esta primera edición derivaron varios libros más que, aunque no lograron constituir una verdadera colección, sí prefiguraron una idea. En primer lugar está José Luis Cuevas visto por los escritores, en dos tomos —cada uno de ellos con un pequeño álbum fotográfico—, en donde el lector puede hallar todos los ensayos compuestos por escritores, es decir, todos los ensayos literarios sobre la obra del gran dibujante mexicano. El catalogo es muy largo, ya que cada tomo consta de alrededor de cuatrocientas cincuenta páginas. Entre los autores se encuentran Alejandro Aura, Fernando Benítez, Marco Antonio Campos, Alejo Carpentier, Salvador Elizondo, José María Espinasa, Carlos Fuentes, Hugo Hiriart, Enrique Krauze, Juan Vicente Melo, Carlos Monsiváis, Octavio Paz, Emir Rodríguez Monegal, Alberto Ruy Sánchez, Manuel Ulacia, Blanca Varela, Mario Vargas Llosa y muchísimos más. Este libro, hecho por Ediciones la Giganta en coedición con el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y Ediciones el Tucán de Virginia, es un compendio valiosísimo para estudiar el significado y las distintas formas de evolución de la obra de José Luis Cuevas. De manera mucho más limitada, Ediciones la Giganta inició la producción de pequeños catálogos entre los que destacan El silencio de Alejandro Aróstegui, el pintor nicaragüense, y Animales impuros, con piezas de Vicente Rojo y el propio Cuevas.
TE RECOMENDAMOS: Los increíbles poemas visuales de Raúl Renán
No es ocioso recordar que José Luis produjo, en uno de los momentos más creativos de su vida, series de grabados y dibujos sobre obras literarias que muy bien podrían haberse transformado en libros de grabados y en libros propiamente literarios. El gusto que el pintor mexicano tenía por el texto impreso era variado ya que, además de ser un lector ducho, apreciaba la buena factura. Siempre sintió placer por las ediciones intonsas y editadas en prensas planas (una manera de grabar). También, no es ocioso recordar que Cuevas, como muy pocos dibujantes y pintores mexicanos, ilustró portadas u obras enteras para muchísimos escritores. Ya en otro texto hablé de que Cuevas, como toda conciencia dominada por la rebeldía y la altivez, disfrutaba subir a la celda de una alta torre y después bajar al pensamiento curvado y zigzagueante que sólo es posible concebir en el cuarto oscuro de una mazmorra. Habría que añadir que este sentimiento altivo es también un sentimiento de generosidad. José Luis Cuevas era un hombre profundamente generoso.