Aunque el concepto del tecnoestrés se acuñó en 1984, éste retoma un auge en la actualidad por lo que acontece con la revolución industrial 4.0, y por el impacto cada vez mayor en la ineficacia laboral y el cansancio emocional del individuo
Y es que pese que para algunos especialistas es considerado como una enfermedad; otros lo normalmente lo manejan como una situación de adaptación cuando hace falta una habilidad para manejar las nuevas tecnologías, señaló Álvaro Antonio Ascary Aguillón, director de la facultad de Psicología (FaPsi) de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), entre ellas las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), la telefonía móvil, el internet, las cuestiones de la inteligencia artificial.
El tecnoestrés, explicó Ascary Aguillón, se mide en cuatro dimensiones: la fatiga, la ansiedad, el escepticismo, y la ineficacia, y estos aspectos pegan al individuo en las tareas que desempeña, en sus relaciones sociales, y sobre todo en casa, con un deterioro en la relación de pareja y en un aislamiento con los hijos.
Ante ese panorama, un hallazgo que tuvieron en la investigación que realizan sobre el tema fue la relación que existe de la fatiga informática con el cansancio emocional.
“Hay un dato bien interesante de un estudio que acabamos de terminar donde encontramos que las personas que tienen más fatiga informática, presentan síntomas de cansancio emocional o un componente del Síndrome de Burnout.
“Implica un cansancio emocional, que estás fundido, que tienes respuestas a veces hasta cínicas hacia los demás, y encontramos que aquellas personas que tenían más cansancio emocional son las que tienen más actividad con medios informáticos que los que no”, destacó el especialista.
En tanto que la ansiedad entra por el temor a lo desconocido y por no estar respondiendo en tiempo y forma.
Mientras que en el plano de la disminución de efectividad en el trabajo, comentó, hay empresas que están implementando nuevos programas de consejería para evitar el despido, y que están hablando de los factores de la salud mental e higiene mental de las organizaciones.
“Al tener fatiga, ansiedad, ineficacia por las metas, no están siendo productivos, pero al margen de todo esto sus relaciones sociales en la empresa van a la baja, sus habilidades de interacción son menores y eso es algo a considerar fuertemente”, precisó.
De acuerdo con el especialista, la Facultad de Psicología cuenta con programas de consejería muy específica para reorientar los pensamientos y la cognición del individuo para tener un mejor bienestar psicológico y laboral, en los cuales se trabaja desde dos frente: los esquemas de prevención y los de intervención.
Detalló que en los primeros, y que ya realizan con algunas empresas de la localidad, se escucha al empleado, se le atiende, y eso favorece el clima laboral, la disminución de accidentes, el perder el miedo, y el tener más adaptabilidad y flexibilidad a las nuevas tecnologías
Mientras que en el esquema de intervención se encuentran ya en la etapa de poder hacer intervenciones inmediatas y trabajar con componentes como la ansiedad, y a nivel fatiga, en proponer estrategias para erradicar el cansancio emocional.
Dentro de los síntomas que se pueden atribuir a una persona que está viviendo con tecnoestrés mencionó que están los de una pobre realización, la despersonalización, el miedo y las inseguridades.
Un dato interesante que están investigando es que en cada generación es muy diferente como se vive el tema del tecnoestrés, en unos casos por la falta de adaptabilidad, en otros por el uso excesivo, y en unos más por la disminución o retiro del contacto con las tecnologías.
El especialista dijo que las empresas interesadas en aplicar los esquemas de prevención se pueden contactar con la unidad de vinculación de la FaPsi y, adelantó, en tres meses contarán en la facultad con un programa especial referenciado al tecnoestrés y para el público en general.
El término
En 1984, el psiquiatra norteamericano Craig Brod definió este fenómeno como “una enfermedad de adaptación causada por la falta de habilidad para tratar con las nuevas tecnologías del ordenador de manera saludable”.
Fue hasta 1997 cuando la palabra se hizo popular a través de un libro.