Relatos de rescates insólitos y verdades incómodas
En México sabemos que de los escombros no sólo se levantan historias de tragedia, también se cosechan leyendas urbanas. El edificio Nuevo León se convirtió en mausoleo involuntario de cientos de fallecidos, pero también simboliza el templo del que salieron 13 sobrevivientes. El rescate de perros, gatos y hasta un perico malhablado nos devuelven la esperanza. Pero la estampa que quedará para la posteridad es la de Emilia, esa mujer que no salió de las ruinas hasta que le trajeron una manzana. Los Topos le cumplieron el capricho a la reina.
Al otro lado del mundo, otro grupo de mexicanos se embarca hacia Gaza con bolsas de arroz, cajas de leche y medicinas. “Vamos a Gaza. Y no vamos a detenernos”, relata el cineasta Carlos Pérez Osorio, quien nos regala una crónica que vibra miedo y determinación. Las flotillas humanitarias tienen algo de quijotesco: lanzarse al mar con la convicción de que el arroz puede más que los drones.
Y en el rincón más improbable del mapa —zonas grises en la tierra de Juan Pablo II— el Cártel de Sinaloa montó su versión de “Breaking Bad”. No hay desierto ni trailers oxidados, sino pueblos polacos donde se cocinan químicos, se lavan dólares y se siembra terror con la misma disciplina con la que los locales siembran papas. Nadie lo esperaba, pero los sinaloenses resultaron ser más católicos y universales que el mismísimo Papa.
DOMINGA recoge estas y otras estampas para recordarnos que el mundo es un mural de ironías: entre ruinas, mares y laboratorios improvisados, la vida se obstina en mezclar lo absurdo con lo trágico.
Emilia exigió una manzana para sobrevivir, los solidarios se juegan la vida llevando arroz a Gaza, y el narco descubrió que hasta en Polonia se puede montar un emporio. Un ramillete de escenas unidas por una misma moraleja: la realidad siempre supera a la ficción, y nuestra tarea es rescatar historias para narrarlas con los dientes afilados.
@dominga_milenio