Guillermo Valdés, especialista en temas de seguridad y ex director del Cisen, y Eduardo Guerrero, ex asesor de la Presidencia y del propio Cisen, coincidieron en que no fue un error mandar al Ejército a las calles.
Ambos especialistas señalaron que la equivocación fue que no ha habido un fortalecimiento de las instituciones del Estado Mexicano para combatir la violencia criminial.
Valdés Castellanos, columnista de Notivox y ex director del Cisen, señaló que el balance de la lucha contra el narcotráfico es de contrastes. No se puede hablar de un fracaso en la estrategia anticrimen que se impulsó desde el gobierno de Felipe Calderón, ni es un error la participación de las fuerzas armadas, porque lograron frenar el “fuerte avance” del crimen organizado.
En la actualidad, sin embargo, los niveles de violencia generados por las organizaciones delincuenciales, no por la intervención del Estado, son muy elevados comparados con los que había hace una década: el problema no está resuelto.
Valdés diagnostica así los resultados de la batalla que se inició en el sexenio anterior, que derivó en la fragmentación de los cárteles en al menos 200 grupos criminales más violentos que operan en el país.
Advierte que la gran falla es no haber fortalecido a las instituciones del Estado mexicano para combatir la violencia criminal y la impunidad “que la gente ya desea que termine”.
La participación del Ejército, sostiene, era necesaria. “Lo increíble y hasta criminal, es que junto con la iniciativa de seguridad interior, los legisladores no hayan aprobado un nuevo marco para fortalecer las policías locales”.
A su vez, Guerrero comentó que sin duda hubo una buena intención, arrojo y osadía al enfrentar a los grupos criminales, pero faltó cálculo, planeación e inteligencia; “básicamente enfrentamos a grupos muy poderosos con gran capacidad de fuego, que además en muchos lugares del país tienen vínculos con las comunidades, es decir, están apoyados por la gente”, expresó.
En entrevista con MILENIO, señaló que el gobierno de Felipe Calderón no consideró diversas variables, por ejemplo:
“Al enfrentar a los grupos, los dividimos, se fraccionaron y ahora tenemos un problema enorme, no solo con cárteles que exportan droga a Estados Unidos, sino también con mafias locales que extorsionan, secuestran y también ahora con nuevos grupos de autodefensa que han surgido para enfrentar a estas mafias, sobre todo en zonas rurales que eventualmente pueden convertirse también en grupos criminales”.
Agregó que el costo de la guerra ha sido muy alto en vidas humanas, además de que ha afectado en general el bienestar de la población; es decir, la gente que no ha sido afectada directamente por la guerra vive con medio constante, con la percepción de que pueden ser víctimas de un ataque criminal.
Con los años, abundó Guerrero, el gobierno ha ido aprendiendo a enfrentar a estos grupos, pero lo más grave de la situación es que aún después de 10 años de guerra, muchos gobiernos estatales y municipales no cuentan con las herramientas mínimas para enfrentar estos grupos, no existe un fortalecimiento de las policías y todavía dependemos del Ejército, la Marina y la Policía Federal.
“CRISIS CRECIENTE”
El escritor Héctor Aguilar Camín dijo que el balance de estos diez años de lucha es “trágico” porque la nación se ha “ensangrentado” y la violencia ha crecido en todos los órdenes; además, se asumió una agenda, que Estados Unidos impuso en Colombia y en otros países de América Latina.
Dijo que la multiplicación de las fuerzas armadas ha traído sobre ellas una crisis creciente de quejas por derechos humanos; asimismo, la guerra ha costado cerca de 58 mil millones de dólares en cifras globales.
“No ha habido una reducción del tráfico de drogas, el consumo en EU en este lapso ha crecido, y tenemos un país en crisis severa de seguridad pública, sin haber construido las policías locales que se prometieron para la solución final de este problema y han llenado el país de cientos de miles de desplazados y más de 20 mil desaparecidos. Es un saldo trágico, yo no puedo encontrar en este panorama un saldo positivo”.
Aguilar Camín puntualizó que entre 2006 y 2007 México tenía una tasa histórica mínima de homicidios de violencia, pese a lo que dijeran los medios y hoy tenemos un país con tasas de violencia que son solo comparables con algunas de las guerras que ha tenidos este país, en el siglo XX, en particular la guerra cristera.
“Hay que tomar nota de esto y tratar de regresar al momento en que se tomó esta decisión. Y esto implica dos cosas: abandonar la estrategia de descabezar a los cárteles para que se hagan pedazos entre sí, y sacar a las fuerzas armadas del primer frente de batalla contra el crimen organizado; son las dos cosas que crearon esta espiral de violencia trágica en México. Esas dos cosas hay que sacarlas de la escena”, mencionó.
El escritor agregó que fue un error trágico, histórico, repetido, iniciado por Calderón y reiterado por Enrique Peña Nieto.
Aguilar enfatizó que las policías locales eran tan malas y tan corruptas en 2007 como hoy, o tal vez eran menos corruptas o menos violentas.
“Las causas de esta violencia no residen en que hayan fuerzas capaces de sustituir al Ejército y a la Marina, hay que sacar al Ejército a la Marina de esa tareas y establecer unos ciertos equilibrios fundamentales regionales del crimen organizado, de manera que la violencia se suspenda.
“Esto no quiere decir dejar la población en manos de los criminales, ese retiro tiene que ser gradual, tiene que ser medido, tiene que ser calculado, pero tiene que ser la pieza nueva de la nueva estrategia”.
“MAYOR VIOLENCIA”
A una década de que las fuerzas armadas intensificaron la lucha contra la delincuencia, el balance es “mixto”: se acabó con la amenaza directa que constituían los cárteles para el Estado mexicano, pero la estrategia derivó en mayor violencia homicida, afirmó Alejandro Hope, analista de seguridad y socio de Grupo de Economistas Asociados.
Estima que de continuar la tendencia de asesinatos habrá más en el actual sexenio que en la administración calderonista, principalmente como consecuencia de la fragmentación de las organizaciones criminales.