De un sistema rígido y escrito, diseñado sólo para comprobar si existía o no un delito y en donde el procesado, además de sufrir la prisión preventiva, debía defenderse del caudal probatorio recabado por el Ministerio Público en la averiguación previa y en el cual la víctima tenía escasa o nula participación, hemos pasado a otro más transparente y abierto, comprometido con el debido proceso, desformalizado y con mayor equilibrio entre las partes, con más derechos para los imputados y las víctimas y que ofrece salidas alternas para que los conflictos puedan solucionarse de manera más pronta y sin llegar al juicio oral.
La encrucijada del nuevo sistema de justicia penal
Los procesos de cambio del sistema procesal penal son largos y difíciles y requieren de constante capacitación, evaluación y corrección para lograr su consolidación.
Ciudad de México /