En 1921 el gobierno de Álvaro Obregón cometió un atentado contra la memoria: eliminó los nombres de las calles que la Ciudad de México venía arrastrando desde su fundación y los sustituyó con los de las repúblicas latinoamericanas que habían reconocido su gobierno. Al cataclismo histórico iniciado por el obregonismo se agregó la desaparición de manzanas enteras para abrir paso a la modernidad, que es uno de los nombres del olvido. Casas y edificios cayeron como una forma de repudiar los ayeres porfirianos, el pasado virreinal. El resultado fue una ciudad con la memoria cercenada.
En los muros de la ciudad
A través de crónicas breves, como fósforos que se encienden en un mundo en sombras, Héctor de Mauleón y Rafael Pérez Gay recorren hechos y lugares que no deben ser olvidados.
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