Hace una semana por primera vez los mexicanos fueron a las urnas para participar en un ejercicio de revocación de mandato del Presidente de la República, cuyos resultados nos dejan en un punto muerto, entre los simpatizantes de AMLO existe triunfalismo, al decir que el apoyo fue histórico, y entre los detractores se señala que los votos recibidos representan la mitad de los que obtuvo en 2018.
Cuando uno juega con los números y se compara con el pasado se pueden amoldar a diferentes escenarios y lecturas, lo claro es que AMLO obtuvo más votos de los que a la oposición le hubiera gustado y establece un umbral de votos movilizables por MORENA, pero también es evidente que el Presidente recibió menos votos que la meta que se había impuesto, por tanto fue un triunfo, pero no completo, mucho menos aplastante como lo han hecho creer sus simpatizantes.
Sería absurdo que el Presidente se haya fijado en un umbral en torno a los 15 millones de votos a su favor, cuando esa cifra es significativamente menor a la obtenida por él en 2018, menor al umbral exigido por la ley para que sea vinculante la consulta y ligeramente mayor a los obtenidos por el segundo lugar en la contienda de 2018.
Más absurda resulta la justificación de los seguidores de MORENA, que explican en un ejercicio de matemáticas esotéricas, que si el INE hubiera instalado todas las casillas y no sólo un tercio de las mismas, el Presidente hubiera recibido tres veces más votos, lo cual es un disparate, porque el electorado era el mismo y porque si se analizan los resultados, en las casillas en donde votaron exactamente los mismos electores que en la elección federal pasada, la participación fue en promedio menor que en las casillas en donde se fusionaron, es decir, más casillas hubieran dado casi el mismo resultado.
En conclusión, fue un ejercicio inédito, pero que se queda corto, que solo entusiasmó al voto duro de López Obrador y que no tendrá implicación legal alguna, eso sí, se tiró mucho dinero a la basura.
@victorsanval
