En las últimas semanas el Presidente electo de los Estaos Unidos, Donald Trump, ha amenazado en múltiples ocasiones a México con imponer aranceles a los productos provenientes de nuestro país, para incentivar la relocalización de empresas a los Estados Unidos y también para obligarnos a incrementar el combate al crimen organizado.
Estas amenazas tienen una gran dosis de populismo y buscan conectar con el electorado de las zonas industriales de los Estados Unidos, que han visto como se cierran empresas en los Estados Unidos y se trasladan a países con mano de obra más barata como México, China, India o Brasil.
Sin duda los aranceles afectarían a México, porque haría más difícil nuestras importaciones, bajarían las ventas de empresas instaladas en el país, se perderían empleos y a la larga algunas empresas se mudarían y tampoco es deseable responder con aranceles a los Estados Unidos, porque eso propiciaría que los productos que vienen de allá serían más caros para los consumidores nacionales, y no solo se trata de productos de alta gama, sino también de la canasta básica, por ejemplo el 39% del maíz para tortillas que se consume en México viene de Estados Unidos.
Por tanto, los aranceles serían malos para la economía de México y Estados Unidos, nadie saldría ganando, porque en las cadenas productivas integradas, muchos insumos que se producen en un país forman parte de un producto mayor, por ejemplo, las autopartes o los componentes de los electrodomésticos, de forma que, si se impone un arancel general, habrá inflación en ambos países y los dos saldrían perdiendo.
De hecho, los grandes ganadores de esta escalada de aranceles serían otros países en Europa o Asia que entrarían a sustituir las importaciones que dejarán de hacer al otro país México y Estados Unidos, que además junto con Canadá perderían competitividad como región de América del Norte y Trump no ganaría nada porque las empresas no se podrán mudar a Estados Unidos en el corto plazo, pero la inflación si será en el corto plazo.
@victorsanval
