El ser humano siempre ha puesto su mirada en el espacio. Desde el principio de su existencia el homo sapiens ha visto el universo con enorme curiosidad y algo de miedo. El deseo de entender nos ha llevado a buscar en el cosmos desde figuras en las estrellas hasta la comprensión del tiempo. El 30 de mayo se dio un paso más en esta senda; por primera vez en la historia una empresa privada mandó al espacio, a la Estación Espacial Internacional, a dos astronautas de la NASA.
Hace nueve años, la NASA detuvo el programa de transbordadores espaciales. El programa estaba diseñado para operar como una empresa comercial, asumiendo que el costo de cada misión iría bajando en la medida en la que la NASA se hiciera más eficiente. Sin embargo, dos accidentes —el del Challenger en 1986 y el del Columbia en el 2003— la obligaron a cambiar el enfoque. Si querían continuar con el programa tendrían que hacer cambios sustanciales en el diseño de las naves, lo que elevaría sus costos y alargaría sus procesos. Así, el programa se suspendió para reasignar recursos a otros proyectos espaciales. De cualquier manera, Estados Unidos tendría que seguir mandando a sus astronautas a la EEI, para lo cual subcontrataría a Rusia, al tiempo que permitiría a empresas privadas participar en el desarrollo de un programa rutinario de transbordadores, liberando recursos para que la agencia espacial se enfocara en proyectos de más envergadura.
Así, Boeing y SpaceX, ambos fondeados parcialmente por NASA, empezaron a competir en el proceso. SpaceX, de Elon Musk, logró eficiencias que le permitieron adelantarse en la carrera. Por ejemplo, logró que el primer módulo que se desprende a los pocos minutos del despegue pudiera reutilizarse en lugar de perderse en el océano como antes, ahorrando millones de dólares en costos. Millones de dólares que, además, ya no provendrían de los contribuyentes, sino de la toma de riesgo del sector privado. El programa de transbordadores tenía asignados 20 mil millones de dólares al momento de ser cancelado. El fondeo a SpaceX para el mismo desarrollo fue de 2.6 mil millones. La colaboración de la NASA con las empresas privadas no solo permitió ahorros y eficiencias, también produjo avances tecnológicos que no se habrían dado de forma unilateral.
Por supuesto que el tema tiene más aristas; una delicada es la privatización y la comercialización del espacio —en toda la extensión de la palabra— lo que merecerá intensos debates. Pero no podemos dejar de reconocer que la tecnología está ahí y no hará más que crecer exponencialmente. Más allá del crecimiento en las oportunidades de negocio, como Blue Origins la nueva empresa de Jeff Bezos que surge pensando en la vida y el trabajo fuera de la Tierra, el espectro de investigación científica se amplía al tener un entorno de gravedad cero.
En este momento de incertidumbre en el que el mundo busca con urgencia vacunas y tratamientos para paliar los efectos devastadores —en la salud y en la economía— del nuevo coronavirus, el lanzamiento del sábado fue un respiro. Mientras el mundo veía una vez más con ilusión y asombro que la humanidad apuesta por conquistar el espacio, hay un gobierno de un gran país que solo quiere un subsuelo lleno de nada inspiradores combustibles fósiles y carbón.
@ValeriaMoy