Las contribuciones de las científicas durante el Medioevo fueron borradas casi en su totalidad. Para finales del esplendor de la civilización griega, las mujeres habían realizado un movimiento dignificador, que les llevaba a ser consideradas ciudadanas, lo cual les había sido negado durante siglos en Grecia y Roma.
Tras su llegada al poder, el cristianismo fue cruentamente represor con el avance de las mujeres, y aun cuando hubo valientes que se rebelaron y transgredieron, a muchas de ellas les costó la vida.
Entonces, cuando a las brujas medievales el cristianismo les dijo “váyanse a su casa” ellas se fueron al bosque. Cuando les dijo “váyanse a atender marido e hijos” ellas optaron por la soltería. Cuando les dijo “El conocimiento es sólo para el clero”, ellas dieron la bienvenida a la práctica científica transmitida verbalmente desde tiempos ancestrales.
Durante siglos, el pensamiento dominante justificó el asesinato de mujeres en la creencia de que eran brujas, provocando la llamada “cacería de brujas” en la que miles fueron perseguidas y asesinadas. Esta cacería es un ejemplo de lo que hoy es el feminicidio, cuyo principal antecedente y base es la Inquisición.
Como la trasgresión femenina no debía dejar precedente en las nuevas generaciones de mujeres, no sólo las asesinaron, sino las desprestigiaron ante los ojos de todo el mundo. Se les señaló como trasgresoras porque eran viejas, feas y nadie quería casarse con ellas, por eso envidiaban y hacían maldades a las jóvenes, bellas y sometida.
Las brujas de hoy seguimos siendo tachadas de histéricas y amargadas, pero la diferencia es que esos calificativos cada vez nos importan menos. Aún somos minoría, pero las brujas de hoy seguimos siendo las mujeres científicas, sabias y empoderadas que vamos a la escuela.
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