Pasan los años y seguimos llamándole “sequía” a una emergencia hídrica que sobrevuela sobre Nuevo León como una amenazante ave carroñera. ¿A qué me refiero? Politizamos hasta el hartazgo todo debate sobre el agua e inutilizamos las probables soluciones. Hace tres años, mientras Monterrey VI era maniatado y calcinado en la hoguera pública, viajé a Brasil para entrevistar a los mejores hidrólogos de Sao Pablo (meca de la ingeniería hídrica) y saber su opinión sobre lo que debíamos hacer en la Sultana mientras ellos (también) estaban atravesando un gravísimo problema de desabasto.
Me definieron dos rutas a seguir: 1) Gestión, refiriéndose a concientizar su uso (promediamos 170 litros por persona), apuntalándolo con políticas públicas concretas. 2) Inversión, enfocada en traer agua de otro lado, visualizando que el hacinamiento de millones de personas y la depredación de recursos locales no resiste otra solución viable.
Ambas directrices son complementarias y para los hidrólogos brasileños no están relacionadas con objetivos políticos. O sea, aquí matamos un proyecto llamado Monterrey VI, pero nos quedamos sin opciones viables. ¿Estamos preparados para el desabasto?, ¿queremos tener agua potable en nuestras casas solo cuatro horas al día? Pónganle el nombre que quieran al proyecto, pero el área metropolitana de Monterrey no puede seguir dependiendo de las lluvias porque su gasto diario excede las reservas.
Sao Pablo por mezquindades políticas no cambió a tiempo y durante su crisis climática tuvo las represas al 12% y promediaba tres días sin agua en las colonias. Y aquí en Monterrey, sí continuamos empecinados en echar culpas y solapar medidas pensando que seis años después otro ocupará “mi sillón político” estaremos muertos como metrópoli de vanguardia y recaeremos en el paupérrimo subdesarrollo que acumula cubetas en los baños.
Twitter: @santiago4kd
Monterrey VI, levántate y anda
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Santiago Fourcade
Monterrey /