El Plan Nacional de Paz y Seguridad 2018-2024 es, por donde quiera que se le vea, un Plan de la derecha religiosa. Lo podría haber presentado un obispo católico conservador o un pastor evangélico afín al PES, ese partido que ya no tiene registro aunque, eso sí, gracias al líder máximo, muchos diputados en la Cámara. Pero dicho Plan lo presentó un López Obrador imbuido de la idea de que su función como Presidente de todos los mexicanos es también moralizarlos, hablarles de que "el mal no se enfrenta con el mal y de que al mal hay que enfrentarlo haciendo el bien".
Se refirió también al “bienestar del alma” y a la necesidad de fortalecer “los valores culturales, morales, espirituales”. Habló de las tradiciones y costumbres, para luego pasar al tema de la familia, aunque también aclaró que se refería a "la familia moderna". Y finalmente remató con la idea de que el Ejército y la Armada de México serán centrales en la seguridad interior.
Perdón, pero en todo ello no veo más que el clásico programa de la derecha religiosa latinoamericana. Está todo: la moralización de la vida pública, el fortalecimiento de valores tradicionales y sobre todo de la familia, así como la idea de que los jóvenes necesitan tener convicciones religiosas y estar ocupados, porque de otra manera se entregarán a la delincuencia. Y como no hay seguridad de que la gente se va a portar bien, a pesar de los llamados a combatir el mal, se mete a las fuerzas armadas para imponer la paz.
No alcanzo a ver la diferencia, ni en el fondo ni en la forma, de concepciones y planes similares desarrollados por los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.
AMLO ignora (o no le importa) que los conceptos están ligados a realidades. Hablar así implica que se está teniendo un discurso de derecha, conservador. Porque en el fondo, en lo expuesto se está reflejando un pensamiento de la derecha religiosa. Cuando el próximo Presidente de nuestra República laica dijo que impulsaría una “Constitución Moral”, pensé que se equivocaba, por muchas razones que ya han sido expuestas, pero sobre todo porque cometía el error de ignorar que nuestra Constitución ya tiene una serie de valores que están inscritos en sus distintos artículos: desde la defensa de los derechos humanos, la de la no discriminación, de la tolerancia, de muchas libertades, desde la de expresión hasta la de decidir el número y espaciamiento de los hijos que se quieren tener.
Todos esos son valores morales, que se inscriben en una ética republicana, la cual es laica por excelencia. El Presidente no tiene que convertirse en pastor o sacerdote, hablando del bien y del mal. Tiene que defender la Constitución y los valores en ella contenidos. No es el combate del bien contra el mal, que cada quien puede entender de manera distinta.
Es la lucha por imponer la ley, que es la de todos los mexicanos, independientemente de las creencias y concepciones morales o éticas de cada quien. Desafortunadamente, la ley de todos (no la que se cambia para beneficiar a algunos) no parece contar con mucha estima por parte de quienes ahora están encargados de cuidarla.
La derecha religiosa al poder
- Perdón, pero...
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Roberto Blancarte
Ciudad de México /