Si nos atenemos a la versión que dio a conocer el titular de la Fiscalía General de Justicia del Estado de Chihuahua en relación con el salvaje asesinato presuntamente perpetrado por José Noriel Portillo -alias El Chueco- en contra de dos sacerdotes jesuitas y un guía de turistas en el templo de la comunidad de Cerocahui, en el municipio de Urique, enclavado al sur de la sierra Tarahumara, el presunto motivo fue un partido de beisbol en el que fue derrotado el equipo patrocinado por el agresor (Notivox JALISCO, 23 de junio).
Esta línea de argumentación es la que muy probablemente provocó la inexcusable reacción del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, a quien le pareció “ruin” que responsabilicen a su gobierno de un asunto del fuero común como el asesinato de los jesuitas, y cuestionarse: “Qué, esto no es un asunto de fuero común?, ¿Qué, no tiene que ver con una responsabilidad del gobierno local? Y no mencionan eso. ¿Y cuánto tiempo lleva gobernando el mismo grupo en Chihuahua?” (MILENIO JALISCO, 24 de junio).
La insospechada reacción presidencial ante la simple posibilidad de cuestionarse la estrategia de seguridad federal conocida como “abrazos no balazos”, le hizo perder de vista al presidente no sólo el hecho de que el presunto asesino es nada menos que el operador del grupo criminal Gente Nueva, brazo armado del cártel de Sinaloa; además, olvidó sus propias palabras que expresara apenas dos días antes: “estamos atendiendo este asunto. Está en la sierra de Chihuahua, de Creel hacia adelante por Temoris, Chinipas, es una zona de bastante presencia de la delincuencia organizada.” (Notivox JALISCO, 22 de junio).
Vistos en clave de gobernabilidad, una primera lectura apuntaría a un agotamiento del tiempo y un incremento del costo político para los gobiernos federal y estatales para traducir sus capacidades en acciones efectivas en contra de la delincuencia organizada; sin embargo, tal lectura podría llevarnos a la tentación de volver la mirada sobre una opción que ya ha mostrado su agotamiento como lo fue la militarización. Es imprescindible mirar los recursos de la sociedad y avanzar en la reconstrucción comunitaria.
Roberto Arias