Un comerciante, Gregorio, prestó 150 mil pesos a su compadre Mario. Y a pesar del vínculo, no perdonó el “papelito habla” y le pidió a su compadre un pagaré firmado. Vencido el plazo y tras la insistente petición del pago, Gregorio no tuvo más remedio que enfrentarse a nuevas decisiones. La primera fue gastar en un abogado que le cobraría un porcentaje del dinero recuperado, más los gastos. Pero eso era apenas el principio, ya que tan solo para notificar la demanda al compadre, el juzgado tardó tres meses y Gregorio tuvo que absorber los gastos del notificador porque los viáticos del juzgado son limitados. A pesar de que el compadre “se las arregló” para retrasar el juicio, la justicia no dejó que, dos años después, Gregorio se fuera con las manos vacías; aunque si con el amargo trago “de lo ganado a lo perdido” con poco más del cincuenta por ciento de lo que le debían.
La existencia de conflictos legales son situaciones intrínsecas a cualquier sociedad y el reto radica más bien en la voluntad con que se busquen o no soluciones. Por ejemplo, Estonia, un país con 1.3 millones de habitantes, la misma población que Tlaxcala, hace un par de años anunció el desarrollo de soluciones tecnológicas judiciales que serían la envidia de Gregorio. Jueces robot para atender con inteligencia artificial juicios de cuantía menor; hasta 7,000 euros (aproximadamente 150 mil pesos) para desahogar cargas de trabajo y apoyar a juzgadores humanos. Una plataforma en la que, quienes intervienen, suben su información y un juez robot, un algoritmo entrenado con el marco normativo de aquel lugar para validar los requisitos de la hipótesis que se presente, elabora una propuesta de decisión judicial que estaría sujeta a la objeción del juez humano. Se ha criticado este tipo de medidas por ser un positivismo digital inflexible a la adecuada valoración de un humano. Sin embargo, la inteligencia artificial es un medio más para mejorar las condiciones de desempeño de la justicia, no para suplir a los jueces, si para agilizar su trabajo. También se ha criticado si la ciudadanía acepta este tipo de soluciones rígidas ante el mosaico que representa la realidad social, pero es cosa de pararse en juzgados, hacer fila, pedir cita, una consulta, notificaciones, etc. para vivir en carne propia la necesidad de disminuir los retos que la justicia mexicana enfrenta hoy antes de la valoración del juez: cargas de trabajo, costos en dinero y tiempo, burocracia, corrupción y discrecionalidad. Recientemente se ha hablado mucho de justicia abierta y los principios de transparencia, rendición de cuentas, innovación y gobernanza que la rigen; el juez robot es un gran ejercicio para materializar esos principios en México.
Ricardo Corona