La extraña alfombra roja de Star Wars, El despertar de la fuerza, en México no anticipó nada. Una franquicia que ha escaseado en emociones sigue inflamándose y ganando fuerza solo gracias al corazón de generaciones de incondicionales, que estamos alucinados pensando que tal vez, ahora sí, volveremos a sentir.
George Lucas, nuestro padre, nos abandonó. Ya avisó que él no tiene nada que ver en esta nueva entrega. Estamos solos con el padrastro Disney.
Lo único bueno de esta cruel espera es que los productos de Star Wars han salido de nuevo a la luz, y entre ellos, la primera película, el Episodio IV, en Netflix.
La vi y me gustó otra vez; tiene un espíritu clásico indomable, artesanal. Pero estorban mucho los arreglos que le hicieron posteriores al estreno original; escenas fabricadas por computadora que echaron a perder los Episodios I y II, llenos de animalejos desagradables y especímenes abominables como el niño Anakin Skywalker y Jar Jar Binks.
Por eso me preocupa enterarme de que la actriz Lupita Nyong'o, presente en la alfombra roja, no aparece realmente en El despertar de la fuerza. Su imagen, me acabo de enterar, aparecerá digitalizada en la versión final. Me asusto. ¿Recuerdan el Episodio I, La amenaza fantasma? ¿Recuerdan a Sebulba, una especie de cóndor humanizado que regenteaba al niño Anakin en las carreras? Volaba. Era horrible. Y es la demostración que mezclar escenas animadas con actores reales es casi siempre una idiotez. Vende boletos, pero artísticamente es miserable.
Además, no hacer premier completa y generar una alfombra roja donde los asistentes solo pudieron ver ocho minutos de la película, es altamente sospechoso. Todas las apuestas, el amor por la saga, los deseos de ver algo tan bueno como la original de 1977, tendrán que esperar al primer minuto del próximo jueves. Ahí sabremos si estamos huérfanos o si papá Disney sí nos quiere (o solo quiere nuestro dinero). Ojalá nos den amor. Y Fuerza.
