Todos contra. Es lo de hoy. Todos contra Andrea Legarreta. Y p*to el que se raje. Es miserable. Son las teas ardientes y el "no puedes defenderla". Es el patio de la escuelita llevada al escenario social. Es la demostración de que México sigue estando entre niño y adolescente.
Esa escuelita piensa que cualquier intento por defender a Andrea Legarreta viene teledirigido, con línea de Peña Nieto y Televisa. Porque, de otra manera, tendrían que admitir que alguien piensa distinto.
Andrea la regó. Y detrás de ella, aquel o aquellos que pusieron en el prompter lo que dijo. Una sección de "economía familiar" tan mal dirigida es un error. Pero no lo son menos las aventuras mediáticas de Jenaro Villamil en Proceso llevando una hipótesis a nota de ocho columnas: se "revela" el contubernio, dice sin prueba alguna. En ninguna parte hay una factura de una gacetilla pagada. ¿Pudo haber sido gacetilla? Seguro. ¿Lo fue? Faltan las pruebas.
Ahora, ¿es igualmente probable que la reacción haya sido teledirigida? Seguro. De René a Jenaro, tampoco lo puedo probar, pero de especulación a especulación, siempre hay personas dedicadas a encontrar contenidos en Televisa que puedan usarse para desprestigiar a la administración pública. Ya sabemos, los costos de la democracia.
¿Qué le preocupa a cada uno de los involucrados? ¿Revelar un complot? ¿Tener una nota verificada? ¿Ganar o perder las próximas elecciones? ¿Ganar lectores, ganar dinero? En lo personal, como individuo, no me preocupa que Andrea Legarreta hable bien o mal del precio del dólar. Cada quien sabrá si le hace caso como líder de opinión. Lo que me preocupa es la Fuenteovejuna que tan atinadamente narró Lope de Vega; la moral de la masa. Lo fácil que es crearla y lo muy, muy poco que piensa.
