Cultura

TLC

A principios de esta semana, México y Estados Unidos llegaron a un acuerdo en cuanto a comercio exterior, en espera de la resolución de Canadá para incluirse otra vez al Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Desde sus inicios, el TLC auguraba un buen futuro para el sector agropecuario mexicano, primero por la desregularización del intercambio comercial, es decir: podíamos vender cualquier cosa que nos quisieran comprar sin tantas trabas burocráticas; y eso nos daba paso a la segunda y más alentadora razón, teníamos la oportunidad de aprovechar nuestra sempiterna primavera y venderles toneladas de frutas exóticas a los gabachos tan ávidos de naturaleza.

Pero todo era y es un espejismo, las cláusulas del nuevo acuerdo, que son casi las mismas a las del TLC, dicen que podemos comerciarnos todo. Sin embargo, traemos veinte años de retraso en el tema de la tecnificación del campo, respecto a los vecinos del norte. Además, mientras ellos planean sus producciones y subsidian a sus “farmers” para equilibrar sus precios; en México sembramos lo que sembró el vecino, es decir, nosotros mismos nos metemos el pie y nos hacemos competencia desleal.

Y sí a lo anterior le aunamos el problema que las puertas del comercio también las tenemos abiertas de allá para acá, pues andamos por la calle de la amargura; porque cuando los güeros tienen sobreproducciones de maíz o trigo, por ejemplo; es muy fácil para ellos presionar a su gobierno y ofrecer esos excedentes a nuestros queridísimos y siempre bien amados introductores o mejor dicho, coyotes mexicanos. Estos excedentes tienen valores realmente ínfimos, pues esas millones de toneladas estaban destinadas a la basura. Situación que presiona hacía abajo los precios de los productos nacionales y por ende desaparecen las pocas ganancias de nuestros agricultores.

De esta forma, ya que nos metieron a nadar con los tiburones del libre comercio y aclaro: me refiero a la agroindustria y no de la agricultura de autoconsumo, es necesario modificar nuestra manera de pensar, planear lo que vamos a sembrar de acuerdo a los mercados a futuro, pensar primero en nuestro consumo interno y en aumentar la calidad y los valores agregados. No es fácil, pero ya lo hemos hecho, para muestra: La cafeticultura de Veracruz y Chiapas, la industria de los licores como el tequila, el mezcal y el vino tinto (Valle de Guadalupe B.C. y Querétaro), los Berrys en Jalisco, entre otros. Sin embargo, siempre hay empresas voraces que sin sustentabilidad alguna (ni económica, ni ambiental) socaban la estabilidad del mercado con la falsa idea de la eternidad de los buenos precios, como es el caso del aguacate, que de seguir en esa tendencia de crecimiento, en cinco años tendremos sobreproducciones que harán que las miles de hectáreas de bosques derribadas hayan sido en vano. Tal vez, el nuevo gobierno deba meter las manos en regular los espejismos de las bonanzas y poner los pies en la tierra de la sostenibilidad.

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Oscar Riveroll
  • Oscar Riveroll
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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