La imagen no podía ser de más consternación. Dos jóvenes migrantes ahogados en fango en las orillas del rio Bravo. Es el reflejo de lo que decenas de millares viven en la frontera de México con Estados Unidos. Y, lo peor, apenas vienen las medidas sin duda drásticas que habrán de aplicarse para frenar las oleadas humanas que se lanzan a la aventura de cruzar “línea” por donde sea, como sea y al costo que sea. Para las autoridades mexicanas esto también es un símbolo del estrepitoso fracaso de sus políticas, de la inutilidad de sus programas para atacar las “causas” que no se paran con “sembrando vida” ni “construyendo el futuro”. Las aspiraciones de los que migran van más allá de cualquier riesgo, todo por encontrar condiciones de vida que les permitan un sólido porvenir y la capacidad de apoyar a los que dejaron en sus terruños mediante lo que se llama remesas, mismas que a cada rato presumen en Palacio Nacional como si fueran su logro o el de su gobierno.
Nada de eso. Los afortunados que van colocándose en puestos de trabajo y en algunos casos hasta alcanzando posiciones de buen nivel, no se la deben a nadie. Al contrario, un simple cálculo nos hace pensar en que el dinero que procede de su esfuerzo nos permite a todos sobrevivir aquí con divisas frescas que alivien nuestra malbaratada economía, divisas que deberían provenir de otras fuentes como el petróleo que, en vez de ello, se enloda cada vez más en una debacle financiera creciente producto de los caprichos del gobierno federal y de la ineptitud de una dirección que lleva a la petrolera mexicana a un estatus nada lejano a la bancarrota. Y falta por ver todavía en qué acaba Dos Bocas que hasta ahora sólo genera barriles y barriles, pero de deudas.
Aquella política desastrosa con la que inició su mandato López Obrador en la que destacaba hasta la bienvenida a los migrantes que arribaban vía la frontera sur, ofreciendo oportunidad de asilo, de trabajo, etcétera, sólo sirvió para acrecentar las corrientes que ya de por sí habían llegado en el gobierno de Peña Nieto y que se agravaron con el gobierno actual, quizá sólo con el freno impuesto por Donald Trump y su conocida amenaza a México de pagar aranceles si continuaban, así las cosas. Hoy quizá ya terminó la paciencia y tolerancia de Joe Biden, quien es puesto contra la pared en su país y en año electoral, si no termina la incursión masiva de caravanas y que ya llegaron a la saturación absoluta de centros de detención y procesos legales contra alrededor de un millón de indocumentados mexicanos y de otros países. Ya al presidente norteamericano le va en ello continuar en la presidencia y de ahí, ahora sí, la fuerte presión que ejercerá a partir de la visita esta semana a México de sus más altos funcionarios encabezados por Anthony Blinken, a ponerle las peras a veinticinco a AMLO, obligado vergonzosamente a una contención de migrantes. Ya se le exigirá menos rollo y más acción, y tendrá que aceptarlo. Nada bueno espera en el futuro a los migrantes, víctimas de todo lo concebible, como los traficantes de personas, el crimen organizado, y también en gran parte por las políticas erróneas de ambos gobiernos.
Y no es el único frente que amarga la Navidad y los últimos días de este año a López Obrador. Digo, si aún siente la responsabilidad y lo piensa, entre inauguraciones de trenes. La disparidad en el número de desaparecidos, tan torpemente manejado y manipulado por sus secretarios, como la titular de Gobernación, Luisa María Alcalde que, en sus afanes de complacer a su jefe, ya lo puso al borde del despeñadero con ese tema. Vaya qué cara dura de la encargada de la política interior del país al dar a conocer cifras que nadie cree y que se traducen en reducir por decreto ¡al once por ciento! la cantidad de personas de las que no se sabe nada. El reclamo de uno de esos “rara avis” que logra colarse al arbitraje y filtro de Jesús Ramírez en las mañaneras presidenciales (la mayoría son simples paleros, algunos hasta la abyección), sobre el asunto, llevó al presidente a mostrar una de sus peores actitudes que, extraña cosa, poco se difundió, para mostrar su enojo ante el periodista que le increpó las múltiples incongruencias y evidentes falsedades para minimizar el problema de la desaparición de personas en el país. Sí, se trata del mismo reportero que también exhibió al mandatario por su inconsistencia para no advertir una posición congruente en, según dijo, el genocidio en Gaza, mientras defiende a capa y espada las tiranías de Latinoamérica que todos conocemos.
El virtual fracaso de esta y de otras políticas está orillando a López Obrador a desdibujarse. Ya se aprecian en él signos de un desgaste producto de sus errores y hasta la ira que ya no oculta cuando con evidencias se le muestra que ni todo está bien con él ni las cosas marchan bien en su sucesión. A unos días de que empiece 2024 y el conteo regresivo de su gobierno, decide seguir abriendo brechas y dividiendo a los mexicanos. En la migración y los desaparecidos le llega la Navidad a doble fuego. Pero para muchos, él mismo se lo buscó.