¿Cuántas cartas se pueden escribir al Niño Dios? ¿O a Santa Claus? Una se puede quedar corta. Dos tal vez sirva. Tres pueden ser demasiado. Van dos entonces: una para asuntos personales, y otra a nivel general. Para todos, pues.
En lo personal pido la capacidad para ver lo bueno donde muchas veces encuentro lo malo. Me digo positivo, pero buena parte de mi día la paso renegando, buscando fallas y preocupándome por lo que no hice o no quiero hacer. Así que necesito esa capacidad de vislumbrar lo bueno, de no perderme en tonterías.
Y fortaleza para aceptar mis fallas y buscarles remedio. Constancia, disciplina, alegría. Y poder expresar mejor mis sentimientos.
Y en la otra carta pido para México serenidad. Que ante todo impere la cordura, la paciencia, la capacidad de diálogo. Que logremos encontrar objetivos comunes para avanzar. Que citando mal a Marco A. Almazán, nos unan nuestra diferencias. Necesitamos vernos como diferentes, pero como iguales en el fondo.
Viene un año difícil en muchos aspectos. Desde lo político hasta lo económico. Por eso debemos tener esa serenidad a la que me refiero. Sin ella podemos perdernos.
Les deseo a todos una feliz Navidad.