A lo largo de los meses de precampaña, Donald Trump, candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, no ha desperdiciado foro ni ocasión para hacer público y manifiesto su odio por los mexicanos y los latinoamericanos que viven y trabajan en ese país. En su opinión, los negros y los hispanos son los causantes de todos los crímenes que se cometen en Estados Unidos, en consecuencia ha insistido en la necesidad de construir un muro kilométrico a lo largo de la frontera entre ambos países, para impedir el tránsito de migrantes sudamericanos, además ha sostenido que de llegar a la presidencia, presionará al gobierno de México para que asuma el costo de esa magna obra.
La personalidad arrogante y visceral de Trump lo hace ver como un hombre en extremo soberbio, autoritario y violento; acostumbrado a hacer siempre su voluntad por la vía de la fuerza y el poder económico que sin duda tiene. En sus múltiples entrevistas y actos de campaña se ha mostrado como una persona que no aspira a convencer con razones dialogadas, sino imponerse a gritos, por la vía de la humillación frente a todos los que se atreven a contradecirlo; de hecho es considerado un adversario peligroso por su retórica de odio y grosería, que se ve potenciada al ser considerado uno de los hombres más ricos de Estados Unidos.
En los meses que siguen rumbo a las elecciones presidenciales que tendrán verificativo en el mes de noviembre, Trump está necesitado de un discurso de unidad al interior de su partido, el republicano, para que lo apoyen y alcance su objetivo de sacar de la Casa Blanca a los demócratas que ya llevan allí los 8 años del presidente Obama. Sin embargo, por el discurso de odio y división con que se ha manejado se ve difícil que los propios republicanos lo apoyen, y más aún, que el resto del país en verdad vea en él al político serio y sereno, capaz de escuchar, de tender puentes de entendimiento ante las complejidades del mundo global, idóneo para desempeñar de manera exitosa y respetable la grave responsabilidad de ser el presidente del país más poderoso del mundo. Bien puede ocurrir que Trump sea el principal facilitador de la permanencia de los demócratas en la Casa Blanca por cuatro años más.