Cultura

¿Qué nos hace fuertes?

  • Columna de Laura Ibarra
  • ¿Qué nos hace fuertes?
  • Laura Ibarra

Seguramente Usted todavía lo recuerda. A principios de año, tuvimos una seria crisis de desabasto de gasolina. El Gobierno federal argumentó que se trataba de un efecto calculado en su lucha contra el huachicol. Otros le dimos mayor credibilidad a la Agencia de Información de Energía, que afirmaba que México simplemente había decidido no importar gasolinas y no hizo los pedidos suficientes. Pero, sin importar las razones, el automovilista de esta ciudad, casi como héroe de Marvel, no se dejó influir en su ánimo.

Algunos pasaron la noche en la fila ante la gasolinera, otros le dieron un moche al empleado de la gasolinera, para que avisara cuándo llegaría la pipa, otros se formaron, sin más, en las largas filas. A un marciano, le debió parecer que estábamos jugando, al vernos felices cada vez que obteníamos 20 litros, que se agotaban al cabo de una semana. En general, salíamos orgullosos de haber superado el obstáculo para seguir con nuestras vidas.

A esta capacidad para controlar crisis y volver al estado psíquico normal, los psicólogos la llaman resiliencia. Originalmente, la resiliencia era la propiedad de los materiales elásticos para volver a su estado normal, ahora el término se aplica para entender cómo los seres humanos consiguen sobreponerse a catástrofes, fracasos, tristeza y desesperación.

Muchos estudios psicológicos en resiliencia buscan responder a la pregunta ¿Cómo se puede permanecer sano y contento a pesar de las presiones y los hechos desafortunados? ¿Y cómo se puede aumentar esta capacidad?

Desde hace décadas existen varias terapias que buscan fortalecer el equilibrio psicológico de las personas o ayudarlas a aumentar su inmunidad ante las crisis, pero actualmente, ante el incremento de la incertidumbre en un mundo que se ha vuelto frágil, el concepto se ha puesto de moda. No es posible aprender de manera rápida a levantarse después de un golpe psicológico con cursos o talleres de fines de semana que enseñan a ejercitar la sonrisa.

La mayoría de los expertos coincide en que la fortaleza psicológica es resultado del desarrollo en las primeras etapas de la vida. A menudo, la estabilidad psíquica depende de las crisis que se logran superar en estas etapas. Un estudio realizado en Hawái mostró que muchos adultos con gran fortaleza psíquica provenían de hogares pobres o de familias disfuncionales.

Contar con relaciones seguras en la infancia es uno de los factores que juegan un papel importante en la construcción de la fortaleza psicológica. Un niño que cuenta con este tipo de relación aprende a confiar en el mundo porque en los momentos que parecen oscuros siempre hay alguien ahí para ayudar.

Otro de los factores que nos hace fuertes es la confianza y la creencia de que la vida tiene un sentido, es decir, estar convencido de que en la vida hay cosas que tienen gran valor y que son importantes. Este sentido bien puede provenir de creencias religiosas.

Contar con contrapesos a las desgracias también es importante. Después de una separación, un divorcio o un despido, contar con buenos amigos, practicar un deporte o incluso la capacidad de tomar ciertas cosas a la ligera contribuyen a restablecer el equilibrio. Terapeutas o consejeros de vida que se han especializado en mejorar la robustez mental buscan en sus terapias fortalecer precisamente la conciencia de la importancia de esos contrapesos.

Además, existen técnicas para superar algunos momentos de crisis. Por ejemplo, la llamada “técnica de los minutos-fuera”, que consiste en introducir un receso consciente en situaciones estresantes. Esto le da la oportunidad al cerebro de limitar la presión emocional y de buscar reacciones más acertadas y eficientes ante la crisis.

Durante muchos años trabajé con una amiga que considero la campeona mundial en resiliencia (Ella no sabe mi apreciación). Teníamos un jefe que trataba por muchos medios de hacernos la vida imposible. Cuando los momentos de estrés se acumulaban, mi amiga y compañera de trabajo declaraba nuestro momento de ir al baño. Después de que el cuerpo dejaba la presión fisiológica, venía el momento realmente de inflexión. Ante el enorme espejo del baño, sacábamos nuestros respectivos lápices labiales y mejorábamos nuestra apariencia. Luego platicábamos brevemente de alguna otra cosa y finamente hacíamos una alusión llena de humor sobre la nueva ocurrencia del jefe.

Cuando volvíamos al lugar de trabajo, el nivel de estrés había descendido notablemente. El ritual siempre funcionó.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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