Para responder a ello, se requiere de una oración condicional. Si estamos dispuestos a cambiar sustancialmente la forma fundamental de organización social, sí la necesitamos. Si solamente se quiere aparentar que las cosas están cambiando sin que ocurra algo importante, pues francamente la nueva Constitución sale sobrando. (Para qué, para qué, diría Juan Gabriel)
Una Constitución establece jurídicamente dos cosas: los derechos de los que gozan los ciudadanos y la forma de gobierno de un país o un estado. En algunas constituciones se acentúan los primeros, en otras lo segundo. De manera que si el Gobierno Estatal insiste en una nueva Constitución debe tener claro que su propuesta debe avanzar en estos sentidos.
¿Y cómo podemos avanzar? Entre otras cosas, garantizando un derecho sustancial que en todas las sociedades de primer mundo resulta una cuestión básica. Se trata de una piedra fundamental en las sociedades modernas. Permítame explicarle.
En países como Alemania, Noruega o Francia, en medios periodísticos o digitales se publican todos los sábados los puestos vacantes que existen en las instituciones públicas y privadas. De modo, que se ofertan puestos como el de director de escuelas primarias o secundarias, director de hospitales, plazas de profesores universitarios, direcciones en las instituciones gubernamentales, etc.
De esta manera cualquier persona que cree reunir los requisitos puede presentar su solicitud. Esto que le relato de manera simple constituye una cuestión fundamental, pues el ciudadano sabe que vale la pena esforzarse por tener una mejor educación, reconoce que sus oportunidades dependen del “juego limpio” y confía en un Estado que le garantiza su derecho a incorporarse al mundo del trabajo de una manera justa.
Las instituciones por su parte obtienen el mejor perfil para el puesto. Las plazas no se venden a quien está dispuesto a pagar por ellas, sino que las ocupan los mejor calificados. De esta manera se evita que el director de un hospital público sea un ingeniero, o que el responsable de cableado de la compañía de electricidad haya estudiado ópera.
¿Usted ha visto en el nuevo gobierno federal o estatal algo así? De menos en el Gobierno Federal las cosas no han cambiado en este sentido. ¿Sabe Usted dónde trabaja el cuñado del presidente? Pues sí, acertó. Propuesto por AMLO, José Eduardo Beltrán es desde el pasado 8 de abril Consejero de Pemex. ¿Adiós al nepotismo?
Uno de los mejores amigos del presidente, desde su juventud, Octavio Romero, fue nombrado director de Pemex. En Wikipedia, se dice de él, que es Ingeniero Agrónomo y que “se dedica a la ganadería”. (De veras, ¿Así van a rescatar a la empresa medular de la Cuarta Transformación?)
Para la Comisión Reguladora de energía, AMLO eligió como comisionadas a Norma Leticia Campos y a Guadalupe Escalante, la primera en sus comparecencias ante el Senado propuso “destruir la naturaleza” y la segunda no sabía el significado del organismo que representaría, ante la Comisión del Senado leyó una definición que bajó de internet, porque le gustó. (¡Uff!)
Nada ha cambiado, los amigos de siempre, los parientes de siempre, el método de siempre.
A niveles municipales ocurre lo mismo. En los años que tuve oportunidad de trabajar en el Ayuntamiento de Guadalajara (2006-2008), observé que la nómina de la dependencia en que laboraba registraba una extensa red de familiares. Todos estaban emparentados.
La acusación de que el Poder Judicial se compone de redes familiares se puede hacer extensiva a todas las instituciones públicas de México. Esto no debe extrañarnos, así opera nuestro sistema social. (¿Dónde quiere que trabaje la hija del magistrado? ¡Pobre del director de una dependencia que no ayude a sus familiares! Le espera el reclamo de su mamá y el disgusto del hermano. ¿O no?)
Pero, si queremos pasar a ser una sociedad moderna, debemos buscar un modelo de sociedad en que el poder, el ingreso, y el prestigio se distribuyan conforme a los méritos. Es tiempo de crear los fundamentos jurídicos y políticos que vinculen las oportunidades de vida a los esfuerzos y las capacidades de cada uno. Así funcionan, las sociedades que funcionan.