Ahora que Aurelio Nuño ha demostrado su determinación para mejorar la educación en México, al empujar las evaluaciones magisteriales, le tengo una sugerencia que considero pudiera traer grandes beneficios: eliminar los libros de texto gratuitos.
Aclaro. Con eliminar no me refiero a que los estudiantes dejen de usar los libros de texto. Por el momento, pese a que hay mucho que mejorar, ni siquiera estoy hablando de modificar el contenido. Lo que propongo es que en lugar de usar libros físicos se utilicen libros electrónicos. El gobierno podría regalarles tabletas a los niños, tipo iPads, y ofrecer descargas gratuitas de los libros de texto.
De entrada, un beneficio tangible sería económico. A lo largo de su vida escolar, cada estudiante en el sistema de educación pública recibe decenas de libros de texto gratuitos. Hablamos de muchos libros que el gobierno tiene que producir y repartir año con año. Como punto de referencia, para el ciclo escolar 2015-2016, la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito (Canaliteg) entregó más de 200 millones de libros a niños y jóvenes de educación básica.
Los costos no son menores. El año pasado, la Canaliteg destinó más de 2 mil millones de pesos en la edición, producción y distribución de libros de texto. Los ahorros que traería cambiar los libros físicos por electrónicos serían mayúsculos. Una vez creado el contenido —cosa que ya existe en los libros de texto— el costo de producción y distribución es casi cero. No hay que comprar papel ni tinta. Tampoco hay que imprimir nada. No hay que contratar camiones de transporte ni armar la logística para hacer llegar los libros a los niños. Todo se hace de manera digital.
El económico no es el único beneficio. Una tableta puede servir para mucho más que descargar libros de texto. Los alumnos las podrían utilizar para resolver tareas, hacer investigación e intercambiar información con sus profesores, entre muchas otras cosas. Las tabletas ayudarían a millones de niños a integrarse a la economía digital.
Es verdad, otorgar tabletas gratis a millones de niños no sería barato. La matrícula de educación básica y media superior supera los 30 millones. Pero habría que comparar este costo con lo que cuesta regalar a cada niño todos los libros de texto físicos que recibe a lo largo de su vida escolar.
Me queda claro que implementar una idea como ésta sería complejo. Seguramente tendrían que superarse muchos obstáculos. Pero por qué no empezar con una prueba piloto en algún municipio o estado. Chile ya lo está intentando. ¿Por qué nosotros no?