Cultura

Penitencias para Semana de Pascua

  • La vida inútil
  • Penitencias para Semana de Pascua
  • Juan Miguel Portillo

Sé de muchas personas que suelen hacer penitencias estos días que la tradición señala como propios para la reflexión y la expiación, como los que evitan comer carne los viernes de Cuaresma y, a manera de flagelación, acuden a un buen restaurant a engullir con regocijo un colosal huachinango a las brasas.

No soy muy partidario del martirio como una práctica para la purificación del espíritu. Podríamos hacer cosas más útiles. No obstante, para no entrar en polémicas y con el debido respeto, sugiero algunas penitencias que ponen a prueba nuestra resistencia al sacrificio y, al mismo tiempo, dejar algún beneficio para nosotros o para alguien más.

Haga reparaciones en su casa.

Todos tenemos algún trebejo descompuesto o alguna pared que ya necesita una mano de pintura gracias a los rayones del pequeño Dalí que habita en el hogar. De igual modo todos padecemos una fuga de agua bajo el lavabo, un apagador de corriente que nos da toques o tenemos una licuadora con un falso contacto -más falso que un candidato en campaña- que solo enciende cuando le movemos el cable hacia un lado o al otro. Así que es buen momento para ponernos manos a la obra. Empiece, por ejemplo, por darle mantenimiento al boiler, ese artefacto que nos da servicio por años, sometido al fuego y al olvido, llevando literalmente una vida de la tiznada. Yo, que me confieso un verdadero inútil en esta lides, me tomaría con tremendo agobio tener que hacer remiendos y reparaciones en desperfectos así. La última vez que hice un agujero en la pared con un taladro, la broca era de tal tamaño que atravesó la pared hasta la casa del vecino y le perforé el retrato de bodas que estaba colgado en la pared. Creo que la punta del taladro salió por uno de los ojos de su esposa. En la fotografía, claro está.

Haga un poco de ejercicio.

Olvídese de atizarse latigazos o de ir de rodillas al templo, acciones que solo le dejarán marcas en la espalda y secuelas en las rótulas. Mejor vaya al gimnasio y haga una intensa rutina de abdominales y pesas que, le aseguro, le suministrarán el sufrimiento que busca y además le dejarán, en lugar de cicatrices, un cuerpo con algunos gramos menos. Si adicionalmente se pone a dieta, la fustigación será completa.

Visite un balneario.

Un día de descanso en un balneario, con albercas de olas, aguas termales y sombrillas, puede ser un plan divertido para los hijos y hasta para el perro, pero para los padres comodinos como yo puede ser una suerte de martirio. Durante esta temporada, en esos sitios los espacios para instalarse cómodamente son codiciados y escasos y uno tiene que ingeniárselas para encontrar un hueco disponible para hacer un tenderete de mantas sobre el piso. Los escuincles, propios y ajenos, suelen correr por todos lados, pasando sin escrúpulos sobre las personas que intentan relajarse y llevándose entre los pies los sándwiches y bebidas que fueron preparadas para la ocasión. Pero lo peor viene cuando es el momento de meterse a esa enorme alberca de aguas turbias, junto a decenas de niños mocosos. Como dice el dicho, sin ningún afán peyorativo, caras vemos, higiene no sabemos. Meterse a una alberca así sería, no un sueño, sino una pesadilla húmeda.

Lea un libro.

Leer no debería ser, en modo alguno, una penitencia. Leer es una sana costumbre que nos enriquece. Eso sí, enriquece el espíritu, que si enriqueciera el bolsillo tal vez mucha más gente leería con fruición. Según cifras de la Unesco con base en estudios hechos en 108 países, México ocupa el penúltimo lugar en consumo de lectura. Traducido al mexicano, en nuestro país solo leen 4 de cada 10 compatriotas y leen menos de 3 libros al año, lo cual quiere decir que el tercer libro ni siquiera lo terminamos. Hay gente que su única lectura es el ticket del Oxxo o las etiquetas de sus chones cuando va al baño. Para ellos sí que podría ser una penitencia útil leer un libro, en una de esas se les despierta un buen hábito. Desde luego que usted, estimado lector, no encaja en ese grupo de personas, si fuese así ni siquiera estaría ojeando estas líneas. Para usted, que sí ejercita el músculo de la lectura cotidiana, puedo sugerirle que trate de leer hasta el final un libro de trigonometría o alguna novela en alemán.

Haga su declaración anual de impuestos.

A nadie le gusta pagar impuestos. Que yo sepa, ninguna persona espera con ansias locas que llegue el día de cumplir con las obligaciones fiscales para correr eufórico a pagar sus impuestos y retribuir al gobierno todo lo que nos da. Tampoco sé de nadie que celebre con una cena o un brindis el haber pagado un abultado impuesto sobre la renta. Sin embargo, ponerse a mano con el fisco es un mal necesario.

Aproveche que este mes de abril hay que presentar la declaración anual y purgue su penitencia al tiempo que se evita problemas fiscales.

Ahora bien, si quiere infligirse el mayor martirio posible, intente hacer su declaración anual de impuestos por su propia mano, sin la ayuda de un contador. Eso sí que sería una auto flagelación extrema que le merecería indulgencias plenarias y hasta el cielo mismo.

@jmportillo

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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