Cultura

Ensayo sobre la gran novela

En el siglo XIX, a consideración de Ignacio M. Altamirano, la novela instruye y deleita a este pobre pueblo que no tiene bibliotecas, y que aun teniéndolas no poseería su clave; el hecho es que entretanto llega el día de la igualdad universal y mientras haya un círculo reducido de inteligencias superiores a las masas, la novela, como la canción popular, como el periodismo, como la tribuna, será un vínculo de unión con ellas, y tal vez el más fuerte.

A su guisa entonces nos dedica el compromiso para el siglo XX de abordar sí la lectura, pero primero llegar a la igualdad que no es más que indicar el método para alfabetizarnos con creces todos los mexicanos en tropel: payos y letrados. Si bien en tiempos de nuestro admirado maestro y poeta oriundo de Tixtla, Guerrero nos transmitió con idéntico impulso, una sensación paralela de mexicanidad y finura (Antonio Acevedo Escobedo, dixit) no deja de señalar que “la novela está llamada a abrir el camino a las clases pobres para que lleguen a la altura de este círculo privilegiado y se confundan con él”.

Por supuesto habla de El Periquillo sarniento de José Joaquín Fernández de Lizardi también conocido como «el Pensador mexicano» a quien liga, por la forma literaria, al Quijote como también a Rinconete y Cortadillo sin dejar de lado al Pícaro Guzmán de Alfarache o bien el Lazarillo de Tormes, entre otros aventureros, narrados con método pues conservan su interés hasta el fin. Esta, a decir de Altamirano, fue la primera novela nacional. Dicha gran novela ha sido sin duda útil a nuestro país pues estuvo destinada a la mejora de nuestro pueblo.

Ahora, por aquello del progresismo literario, y por la manera de abordar su lectura los gobiernos despóticos del Bajío, donde los esbirros leen sólo sobre su cohorte palaciega, la consideran menor, simplista y harto peladita, por no decirle vulgar; con tufo populista ya que alienta a las masas a instruirse en este orbe donde la competitividad es lo que rifa. Por eso hay que descansar ese Patriotismo populista pues las lecturas populares llevan a pensar en la Revolución social. De allí por ejemplo que se denigre Cartilla moral (1944) de Alfonso Reyes por los no lectores.

Si nos avocamos de nuevo a que “la identidad de los términos no significa identidad de los conceptos”, de manera esquemática, por la importancia cultural del monumento literario como lo es la novela, encontramos la de la Revolución mexicana con una pléyade interesante de autores (sigo la lista de Una mentira que dice la verdad de Juan Rulfo): Mariano Azuela, Martín Luis Guzmán, Rafael F. Muñoz, Gregorio López y Fuentes, José Vasconcelos, Mauricio Magdaleno, Nellie Campobello y Cipriano Campos Alatorre.

Rulfo considera por cierto a Bachimba de Rafael F. Muñoz como “la mejor obra escrita sobre la Revolución”.

Continuará…

Juancarlos Porras
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Juan Carlos Porras
  • Juan Carlos Porras
  • Editor fundador de Grupo Ochocientos y actual director del Centro de Investigación y Estudios Literarios de León (CIEL-LEÓN).
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