Emoción
Cada vez que la Selección calificaba al Mundial, el ambiente se iba abriendo con los sobres de estampitas, saboreando en los anuncios de Coca-Cola, escuchando en los jingles de la radio, mirándose en los espectaculares del Periférico y analizando en especiales de televisión. México preparaba su singular Copa del Mundo rodeado de una fiesta dedicada al consumo en la que todos formábamos parte: nos daba la oportunidad de coleccionar, saborear, sentir, escuchar, mirar y oler el futbol de otra manera. Esta vez parece diferente, algo está faltando en el ambiente, el color y el calor del Mundial todavía no se sienten. Esta semana, la Selección conseguirá la calificación, lo único que faltará saber es cuándo recuperará la emoción.
Sonido
Estamos acostumbrados a ver el deporte, pero no a escucharlo, hagamos un intento. Encontremos en nuestra memoria el momento en que un bate hace contacto con la pelota y el instante cuando la pelota es atrapada por el guante; recordemos el “clack-clack” de los tachones caminando por el túnel, busquemos el rechinido de unos tenis sobre la duela y el suave paso de la pelota por las redes de una canasta, el swing de una raqueta, el golpeo de una balón, la flexión de un trampolín y el “splash” de un clavadista; ahora escuchemos el motor de un Ferrari mientras leemos el resultado de Baréin: uno-dos para el “rosso corsa”, el sonido de un clásico.
Reflejo
Cada golpe del joven Alcaraz era una sensación de angustia, una plegaria al tiempo, como si algo que admiramos tanto, estuviera a punto de acabar. El chico no sudaba, ni se alteraba, parecía una grúa levantando la raqueta, sacaba con la energía de una central nuclear y colocaba cada pelota con la precisión de una manecilla al filo de la hora. Al otro lado de la pista, Rafael Nadal envolvía el alma de jugador en la vincha de un tenista antiguo: diecisiete años mayor, sabíamos que su cuerpo iba a ser castigado por la fuerza de un muchacho al que había dado su ejemplo. Jugando contra algo que parecía un espejo, se miró a los ojos, tomó aire y se reconoció: en la semifinal de Indian Wells, Rafael Nadal se venció a sí mismo, el novato Carlos Alcaraz interpretó el papel del joven campeón.
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo