Graduado por Johan Cruyff, dirigido por Bobby Robson con José Mourinho de asistente al igual que con Louis van Gaal, Lorenzo Serra Ferrer y Carles Rexach en el Barça; Guardiola redondeó su formación como entrenador con Vicente Miera, Javier Clemente y Camacho en la selección española, y Fabio Capello, en su breve paso por la Roma.
Esta lista de entrenadores, tronco común con Xavi, dirigido también por Louis van Gaal, Serra Ferrer y Rexach; y después por Antic, Rijkaard, Guardiola, Vilanova, Martino y Luis Enrique en el Barça, y mejorada por Luis Aragonés y Vicente del Bosque en la selección, componen una de las bibliografías más completas del futbol: una especie de Biblioteca de Alejandría del juego.
En esa transmisión de conocimientos con su respectiva asimilación de experiencias, se encuentra la teoría; otra cosa es la escuela, esa siempre la ha puesto el Barça, desde que Cruyff definió un modelo aprendido en la academia de Rinus Michels, que el Barça guardaba en algún lado, pero que, hasta la llegada de Cruyff al banquillo, no había patentado.
Existe un factor poco valorado en el futbol para medir la grandeza de un equipo: su capacidad para generar maestros, entrenadores y tendencias. Cuando el próximo técnico fue criado en casa, asegura la herencia: pocos clubes han tenido tantos albaceas como el Barça. Nada de esto garantiza el éxito inmediato de Xavi, pero en su caso, hay una variable multiplica esa cultura adquirida a través de los años: los títulos que ganó.
Ningún técnico en la historia del Barça lideró tantos campeonatos como jugador: 8 Ligas, 4 Champions, 3 Copas, 6 Supercopas de España, 2 Supercopas de Europa, 2 Mundiales de Clubes, 2 Eurocopas de Naciones y 1 Mundial. Así que aquella teoría, la escuela, su filosofía, y la experiencia que es un grado, forman uno de los patrimonios de mayor riqueza en el juego: la cabeza de Xavi Hernández, el último eslabón.
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo