Cuarto lugar en la carrera por el Balón de Oro, Karim Benzema lleva años interpretando un papel secundario en los principales escenarios del futbol mundial. Introvertido, parco y retraído, su personalidad no coincide con su juego: escandaloso, participativo y gracioso.
En este momento, el delantero francés es el mejor jugador del mundo. Viviendo bajo la sombra de Cristiano Ronaldo durante una década, Benzema se convirtió en el mejor socio del mayor goleador de la historia.
Hecho a la medida, su futbol hizo de la elegancia un exclusivo servicio a domicilio: cada uno de sus pases llegaban a la hora exacta, en el lugar indicado y en la forma correcta; el remitente siempre era la fina estampa de un artesano que trataba a la pelota como pocos futbolistas: un par de minutos suyos eran suficientes para ganar partidos.
Con esa distinción que tienen los grandes pasadores, acumuló horas de trabajo alrededor del área hasta volverse un especialista en la zona decisiva del juego: Benzema fundó una de las mayores organizaciones de asistencia civil en beneficio del Real Madrid. Sus pases, casi siempre más hermosos que los goles que servían a otros, son una larga colección de trazos que dibujaron una nueva geografía en los campos de futbol.
El tiempo y la sabiduría colocaron a este mosquetero al frente de una de las guardias reales más importantes del juego: el Madrid tiene en Benzemá al mejor pasador de su historia y al mismo tiempo, a uno de sus más grandes goleadores. Con 299 goles marcados, está a 9 de superar a Alfredo Di Stéfano y colocarse como el tercer mejor anotador de todos los tiempos en su equipo, por debajo de Cristiano (451) y Raúl (323).
Aún no se le ha dado todo el crédito que merece, pero deberá ocupar una plaza entre los grandes jugadores de futbol. Tiene algo de Athos, un poco de Porthos y un toque de Aramis, y desde luego no es D’Artagnan: se llama Benzema.
José Ramón Fernández Gutiérrez De Quevedo
