Era inevitable: ya han despertado las pasiones que enciende la lucha por el poder.
Pasiones legítimas: como la que prende en los corazones cuando presencian la injusticia. La que moviliza voluntades para buscar mejores oportunidades. La que enfurece ante la corrupción y la impunidad.
Y pasiones negativas: la codicia para apoderarse de los bienes públicos. El miedo a perder los privilegios mal ganados. El odio a quiénes se muestran rebeldes e insumisos. Y, como no, también el deseo desenfrenado de venganza por agravios reales o imaginarios. Y, desde luego, los enfermizos resentimientos que nublan la vista y el entendimiento.
Hoy, quizá como nunca en la historia reciente, la olla de presión que contiene nuestras emociones políticas está a su máxima temperatura. Por lo que solo una salida democrática de tales contradicciones podría dar paso a un gobierno que sea capaz de procesar pacíficamente nuestros temas económicos y sociales.
Solo si la mayoría de los ciudadanos logramos estar razonablemente satisfechos con una nueva representación política, podrá disminuir la violencia y el malestar.
Las recientes elecciones en el Estado de México son el ejemplo de lo que ya no aceptará la República: la adquisición del poder político mediante la compra y la perversión del voto. Y la sumisión de las autoridades electorales al partido del gobierno.
Conviene a la mayoría de los actores, sean de derecha o izquierda, que los procesos electorales del año próximo reflejen con precisión la enorme pluralidad de opiniones que conviven en el país. Y el hartazgo, en todas las clases sociales, hacia los políticos corruptos y mafiosos.
Solo la paz social que produce una auténtica democracia hará más productiva y próspera la economía y más feliz y esperanzada la vida.
Nuestro sistema político está enfermo, pero no herido de muerte. La participación y la buena voluntad de la mayoría pueden salvarlo. Pero se requiere que la clase política que gobierna se vea obligada a respetar los votos.
2018 Nos ofrecerá la última oportunidad de lograr un cambio pacífico y verdadero.
La moneda con nuestro destino ya gira en el aire.