El hombre fuerte aparece, de cuando en cuando, en la historia de las naciones, haciendo una enorme y peligrosa diferencia en la vida de las personas.
Surge cuando se desarrollan sentimientos negativos en la sociedad: miedo, inseguridad, frustración, incertidumbre…
Y, de pronto, sorpresivamente, hacen contacto los desvalidos confundidos y el líder salvador. La tecnología y la propaganda (marketing) se ocupan del resto.
Masas de seguidores se tropiezan siguiendo a un individuo carismático que presiona, con gran habilidad, los dos botones mágicos del tablero de la condición humana: el resentimiento y la fantasía. Con ello obtiene la legitimidad y el mando que necesita.
El resentimiento enfermizo que padecen quienes tienen una herida emocional no resuelta y que la mantienen dentro del corazón, sangrando y buscando culpables.
Y la fantasía infantil, que no logra alcanzar la madurez y nos hace soñar con merecimientos imposibles de obtener.
Así es como Hitler y Mussolini alcanzaron el poder total: aprovecharon los odios que trajo consigo la tragedia de la Primera Guerra Mundial, para prometer a sus alucinados seguidores regímenes racistas que traerían mil años de felicidad.
Ambos, como sabemos, solo llevaron a sus pueblos a la guerra, el Holocausto y la destrucción.
Guardadas las enormes diferencias y proporciones, en el continente latinoamericano también hemos sufrido la presencia de los hombres fuertes: líderes carismáticos que abusaron de los sentimientos adolescentes de las masas y llevaron a sus pueblos a la dictadura y la miseria.
Fidel Castro y Hugo Chávez son los últimos grandes egos narcisistas que jodieron a sus pueblos. Su habilidad demagógica para llevar a sus seguidores sumisos hacia el precipicio del fracaso parece imposible de creer a estas alturas de la vida. Pero ocurrió.
Ahora, aparece lo increíble. En la democracia estadunidense, supuestamente evolucionada, un demagogo atiza las emociones descontroladas de los ignorantes y está cerca de ganar las elecciones.
Aunque su discurso y sus promesas no resistan análisis serios. Eso no importa a sus seguidores. Sobre la razón imponen la pasión. Sobre la fraternidad, el racismo. Sobre la compasión, el desprecio. Sobre el amor, el egoísmo.
Estúpidos…