Colombia vive una efervescencia política como no se había visto en décadas. El apretado triunfo del 'NO' descolocó a todas las fuerzas políticas. Días después, confundidas, todas ellas luchan por volver a recuperar su antigua presencia. Ante este escenario, algunas cosas parecen claras.
1. El plebiscito sacudió las conciencias. Y ahora la inmensa mayoría de los colombianos está dispuesta a poner de su parte para que el país viva en paz.
2. Ningún grupo violento, desde la izquierda guerrillera de las FARC y el ELN hasta los paramilitares de derecha, cuenta con el suficiente respaldo interno o externo para reiniciar la lucha armada.
3. En el centro del debate, que ya se trasladó a las calles, está la disputa entre dos miembros de la vieja élite política del país: el presidente Santos y el ex presidente Uribe. Ambos —soberbios y aguerridos— encabezan dos enormes fuerzas que han ampliado a sus aliados: Santos encabeza un agrupamiento apoyado por los grandes medios y empresarios, que abarca desde el centro hasta la extrema izquierda. Mientras Uribe trae consigo a los grupos insatisfechos con los acuerdos, a las víctimas del conflicto, a los defensores de la familia y a quienes temen la supuesta venezolización del país. La comunidad internacional, mientras tanto, observa aturdida e inmóvil.
4. Nadie puede predecir qué ocurrirá. Las especulaciones van desde un indeseable incidente armado entre descontrolados hasta un deseable pacto renovado que obtenga el mayor consenso.
5. La opinión a favor de la paz es activa y creciente en todo el país. Solo se discuten sus términos. Así que, si Santos y Uribe son sensibles a estas voces y están dispuestos a buscar 'los caminos del medio', la conciliación nacional estará cerca. Pero si son cegados por el odio y la ambición, la tensión subirá en todos los frentes.
6. Lo que ambos personajes no podrán conseguir es volver al escenario anterior. Si lo intentan, fracasarán y una nueva correlación política surgirá en Colombia.
7. La ganancia de esta espectacular tragicomedia latinoamericana está en que, más pronto que tarde y sobre los egoísmos, la voluntad mayoritaria se impondrá y con ella la paz y la normalidad democrática.