La distracción: estrategia que consiste en orientar la atención de la gente hacia temas irrelevantes o banales, para mantener ocupada la mente de las personas y hacer que pierdan de vista cuáles son los problemas reales.
Problema-Reacción-Solución: cuando “el poder” deliberadamente deja de atender o atiende deficientemente cierta “urgencia” que implica tomar decisiones impopulares, y lo hacen ver a los ciudadanos como un problema que demanda una solución externa, y aunque les requieren su opinión, es “el poder” quien induce y propone la solución.
La gradualidad: estrategia para introducir medidas que usualmente la gente no aceptaría. Consiste en aplicar un plan poco a poco, de forma tal que resulte prácticamente imperceptible.
Diferir: estrategia que consiste en hacer pensar a la gente que se toma una medida que temporalmente resulta perjudicial, pero que en el futuro traerá grandes beneficios a la sociedad. Una vez “normalizada”, hará que nadie proteste aún y cuando los beneficios prometidos nunca lleguen.
Acudir a las emociones: los mensajes diseñados desde “el poder” no buscan la mente reflexiva de las personas, sino generar emociones y alcanzar el inconsciente de los individuos. Con las emociones se capta el contenido global del mensaje, no sus elementos específicos, y así neutralizan la capacidad crítica de las personas.
Crear públicos ignorantes: mantener a las personas en la ignorancia es uno de los propósitos “del poder”. Impidiendo que la gente analice la realidad por sí mismos y adormeciendo su curiosidad por el conocimiento. Las élites disponen de la información y la usan a conveniencia. La ignorancia facilita la acción “del poder” sobre la sociedad.
Refuerzo de la autoculpabilidad: estrategia que hace creer a la gente que el entorno es perfecto, y que si se presenta una falla es culpa y responsabilidad de cada individuo. Desplazan la indignación que les provoca el sistema, hacia una permanente culpabilización de sí mismos. Noam Chomsky.
Amigo lector: “El poder” se nutre manipulando la capacidad crítica y la autonomía de la gente. Pero, de nosotros depende... nosotros tenemos la última palabra. Usted, ¿qué opina?