Incómodo con la etapa que le correspondió vivir, con aquella que lo ubicó en una pequeña isla desde la cual le gritó al mundo los riesgos inminentes que corríamos, Fidel se fue marcando el final de su era, y el inicio de otra, para la cual, preparó a todo un pueblo.
Mientras estamos inmersos en un torbellino de confusiones globales, de todo tipo: económicas, democráticas, financieras, culturales y sociales, hay quienes tienen clara la película.
Una trama contada con anterioridad a que se filmara y mucho antes de que se proyectara, como comienza a ocurrir, en nuestro presente.
Fidel, aquel hombre vestido de verde olivo que trepaba a los escenarios para no bajar de ellos muchas horas después, pudo anticipar bastante de lo que hoy apenas entendemos.
Como alguna vez que respondiéndole a una estudiante de los Estados Unidos, dijo:
"Alguien que conozca datos, cifras, todo, la realidad de la situación actual en muchos terrenos, en materia de alimentación, de vivienda, de salud, de medio ambiente, las condiciones de vida material de casi 5 000 millones de personas pobres, sabe o comprende perfectamente bien que si no se logra esa conciencia de que hablamos, entonces en este mundo van a sobrevenir catástrofes de todo tipo: naturales, económicas, sociales, políticas, y habrá un desconcierto y una confusión general".
Su genialidad no sólo era discursiva, se reflejó con fundamentos, con datos, con correctas interpretaciones de información pública y, regularmente, mal analizada por sus oponentes.
Como señaló en aquella ocasión:
"La situación es difícil, difícil, muy difícil, y en Estados Unidos se está viviendo un sueño, una ilusión...
"Sí, en 1929 solo el 5% de los norteamericanos tenía su dinero en acciones; hoy el 50% de los norteamericanos tiene su dinero en ellas. La sociedad no puede controlar el sistema, el sistema se le impone por sí mismo con todos los fenómenos de especulación que la inundan, un mundo convertido en un casino con nuevos y nuevos problemas cada vez más incontrolables. Es como jugar a la ruleta; pero a una ruleta rusa, que es aquella en que se pone una sola bala en el cilindro de un revólver, le dan vueltas al azar y aprietan el gatillo apuntándose a sí mismos, hasta que la sexta, la séptima vez, o antes se matan con toda seguridad".
No hace falta imaginar quien tiene el revólver en sus manos, quienes juegan con él y no saben cuándo saldrá la bala que determine, como pudo ser el 8 de noviembre pasado, el fin del juego.
Pero si es posible saber quienes no han jugado, a pesar de haber sido "quemados vivos" desde 1959 por su negativa a participar en el juego del neoliberalismo.
Así como Fidel Castro sabía que el 26 de julio había pasado a la historia y ésta terminaría en un futuro próximo por absolverlo, desde aquel 25 de noviembre de 1956, supo que podría hacer la revolución más global y longeva de que se tenga memoria.
Ya que la revolución cubana, a diferencia de la Bolchevique, no está muriendo con su líder principal. Fidel resistió y lo hará su legado, gracias a que imaginó, basado en la prospectiva que siempre hizo, que la Cuba del siglo XXI iba a terminar por estar menos atrasada que los Estados Unidos que hoy vemos.
Y quienes desde México juzgan y han juzgado el destino que el Comandante marcó para los cubanos, no podrán escapar de la cruda realidad que ellos han abonado en el presente que tenemos los mexicanos.
No muy distinto al mencionado ésa vez por Fidel, cuando haciendo referencia a nuestro país, comentó:
"Hay quienes han hablado de enviar tropas a la frontera de México, que si existe la fuerza hay que ubicarla allí, para expresar categóricamente que México tiene que acabar con el narcotráfico, y culpan a México de todo lo que pueda cruzar por el territorio mexicano... Es por eso que al desatarse una tremenda e inevitable crisis, y solo cuando esa crisis se desate, vendrá, es la realidad, el despertar de decenas de millones de norteamericanos, al presenciar cómo el enorme globo se desinfla, un globo que mientras más se infla más graves serán las consecuencias el día que estalle".
El globo ya estalló y estamos atravesando sus estragos.
Esperamos que así como llegue el despertar de los millones de norteamericanos que Fidel vaticinó, llegue también el de otros tantos mexicanos que no han sabido comprender que este discurso (que en 1999 tuve la oportunidad de escuchar desde la primera fila del Teatro Nacional de Cuba) sólo pudo ser dicho con la cordura propia de una hombre que vivió con la razón en la mano, y que con ella, hizo de su isla, como dijera Pepe Mújica, un caimán del Caribe, como siempre lo será su comandante en jefe, Fidel Castro Ruz.