Cultura

Las olas de la memoria

Alfredo San Juan
Alfredo San Juan

El agua en el lago está completamente tranquila. Nada se mueve, no hay viento ni animales que la perturben. El reflejo de la naturaleza es perfecto y, por momentos, parece que es un espejo. Hasta que, un segundo después, una piedra cae en medio del agua. En un principio, el efecto está contenido donde cayó la piedra, pero poco a poco vemos cómo círculos de olas comienzan a expandirse hacia las orillas y de pronto todo es movimiento. Por algo de tiempo, las olas continúan dominando la imagen; ahora, éstas empiezan a tomar todo tipo de formas y chocan unas contra otras. A los pocos minutos nadie recuerda la piedra original, pero las olas y los círculos continúan. Lo que fue un efecto aislado (la piedra) termina creando memoria sobre el agua.

Así funcionan las empresas y nuestros cuerpos. Ambos somos entes de costumbres y hábitos. Incluso años después de que haya pasado algo, por inercia, continuamos haciendo cosas que, a lo mejor, ya no tienen sentido y sin preguntarnos por qué.

La inercia, una fuerza tanto física como metafórica, juega un papel crucial en la vida diaria y en el funcionamiento de las organizaciones. En el ámbito personal, puede llevarnos a adoptar malos hábitos, mientras que, en el entorno empresarial, puede fomentar la creación de burocracia y procesos redundantes. Sin embargo, dirigida de manera positiva, la inercia también puede contribuir al desarrollo de hábitos saludables y a la creación de culturas corporativas innovadoras.

La inercia personal nos hace seguir patrones de comportamiento establecidos, incluso cuando no son beneficiosos. La tendencia a posponer el ejercicio o elegir opciones de comida rápida son ejemplos de cómo los malos hábitos se arraigan, afectando nuestra salud y bienestar. En el entorno empresarial, esta resistencia al cambio se manifiesta en la acumulación de procesos redundantes o innecesarios. Por eso es tan difícil mantener una ventaja competitiva y dinamismo como empresa. Cada error que comete la empresa se mitiga con el establecimiento de políticas, normas, comités, autorizaciones, etc. A los pocos años de existir, bajo la justificación de “así hacemos las cosas”, se tiene un nivel de burocracia que impide que la empresa se mueva. Nadie entiende por qué se hacen las cosas de X o Y manera; sería impensable en algunas de estas culturas siquiera preguntar el porqué, pero no se dejan de hacer así.

Por otro lado, la inercia puede ser una fuerza de cambio positivo. Iniciar el ejercicio a una edad temprana inculca hábitos saludables que perduran toda la vida, gracias a la “memoria muscular” que se desarrolla, facilitando la adopción de prácticas saludables a largo plazo. Del mismo modo, en el ámbito empresarial, los primeros empleados tienen un papel crucial en la fijación de la cultura de una empresa. No toda la memoria e inercia es negativa, por eso el énfasis de algunos emprendedores en la cultura de los primeros cinco a 10 empleados. Los primeros tendrán influencia también en cómo se hacen las cosas y en la transmisión de la cultura hacia los que se unan después.

Tesla, bajo la dirección de Elon Musk, ejemplifica cómo una empresa puede utilizar la inercia positiva para mantenerse a la vanguardia de la innovación. La compañía ha revolucionado la industria automotriz y mantiene una cultura de innovación constante, rechazando la conformidad y cuestionando las normas establecidas. En contraste, muchas instituciones financieras tradicionales ejemplifican la inercia negativa, operando con procesos obsoletos que impiden la adaptabilidad y la innovación en un mercado en constante cambio.

Estos ejemplos destacan la dualidad de la inercia. Aunque puede ser una barrera para el cambio y el crecimiento, con la reflexión y el esfuerzo consciente, la inercia puede dirigirse hacia resultados positivos. La clave está en reconocer cómo nuestras acciones tempranas y decisiones pueden influir en nuestros caminos a largo plazo y tomar medidas para asegurar que esta fuerza nos impulse hacia adelante, no solo en la vida personal sino también en el desarrollo y la cultura de nuestras organizaciones.

Una manera de romper esta memoria y olas en la empresa y en lo personal es preguntarnos desde el punto de vista de “primeros principios” por qué las cosas son como son. Redefinir cómo actuamos y los sistemas de operación que tenemos dentro de la empresa puede partir de replantearnos si nuestra forma de operar es la más eficiente si estuviéramos empezando el día de hoy. Pensar en primeros principios también es lo que hace que varios emprendedores que son nuevos en una industria sean exitosos. Están operando desde afuera de las olas y no tienen los tabúes y miedos que se van inculcando.

Después de unos minutos dejo de ver el lago. El agua se ha vuelto a calmar, pero mi mente no. Me quedo pensando en cuántas cosas hago por inercia, cuántos trámites, burocracia, procesos que se han ido inculcando en nuestra empresa solo porque así se fue dando. Las olas siguen en mi cabeza y, entre mejor entienda su origen, mejor podré entender si aún tienen sentido.

Una vez que soy consciente de los efectos que las olas pueden tener por meses o años, probablemente piense antes de aventar la siguiente piedra al lago. Y más importante aún, cuando vea la siguiente ola, me voy a detener a pensar si aún hace sentido o si mejor espero un poco hasta que el agua vuelva a estar tranquila.

Cuánta paz cuando vuelvo a ver el agua quieta. Sin olas. Sin memoria. No puede haber un mejor lienzo para desde ahí empezar a construir.


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Jorge Combe
  • Jorge Combe
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