
“Whose anus is doing the shitting?” “¿Está haciendo caca el ano de quién?”, pregunta rabiosa la actriz y su abogado responde: “El ano de Salma Hayek”, (“Salma Hayek’s anus”), a lo que la actriz, que es efectivamente Salma Hayek, responde: “Bingo!”
Este es un breve diálogo del episodio “Joan is Awful” (2023) de la famosa serie Black Mirror que, a lo largo de varias temporadas, se ha ido consolidando como una obra dispareja con algunos episodios estupendos, algunos malos y otros de plano ridículos.
El que hoy nos ocupa conjunta las tres vertientes de la serie: es, simultáneamente, estupendo, malo y ridículo. Sin embargo su núcleo argumental invita a la reflexión porque anticipa lo que podría suceder, en el futuro próximo, con los incautos consumidores de series.
Breve síntesis: una compañía productora, trasunto de Netflix, utiliza los datos que va desparramando por la red una ciudadana común, Joan, y los convierte en una serie, de imágenes generadas con inteligencia artificial, que ella misma (y todos los suscriptores) contempla con desasosiego. En la pantalla aparece todo lo que le pasó hace unas horas interpretado por un avatar que es una Salma Hayek generada artificialmente (de aquí la protesta de la verdadera Salma, que quiere demandar a la compañía por suplantación anal). El proyecto de la productora, y esto es lo interesante, es hacer la serie de cada suscriptor a partir de los datos que produce, y dilapida, permanentemente; es decir, que cada suscriptor pueda contemplar al avatar de sí mismo recreando su vida de hace unas horas y así hasta el infinito.
Vamos hacia la producción individualizada, ya estamos ahí, sólo hay que ver el sesgo de la realidad que nos proponen nuestros aparatos, nos dicen qué comprar, qué ver, qué escuchar, qué leer; lo único que falta es el guionista que escriba nuestra serie.
“Ningún hombre es una isla”, sentenciaba el pobre de John Donne, que ya empieza a quedar como un ingenuo, murmuré ofuscado mientras imaginaba que nos vamos acercando peligrosamente al escarabajo pelotero, ese bicho que se come su propia mierda.