A escala mundial está ocurriendo el desplazamiento de los pobladores originarios de los barrios por nuevos inquilinos, frecuentemente grandes edificaciones que alojan oficinas de empresas y financieras trasnacionales, aunque también existan espacios para habitación, con precios estratosféricos. Le llaman gentrificación; eso está cambiando radicalmente el rostro de barrios y ciudades enteras, en Londres, en París, en Nueva York, en Lyon, en Santiago, en Buenos Aires; en toda la aldea global.
Las consecuencias son terribles en múltiples sentidos. No solamente en lo arquitectónico. Gentrificación es una densificación salvaje que hace que espacios donde vivían cientos ahora lleguen miles y decenas de miles, afectando la vida en todos los aspectos, la dotación de agua, la desaparición de negocios pequeños, los inmensos problemas de vialidad, la pérdida de tradiciones; es una especie de nueva plaga.
Este fenómeno ha tenido una irrupción monumental durante el gobierno de Miguel Ángel Mancera, que para muchos está asociado a negocios multimillonarios con todo tipo de constructoras. Un elemento más de la corrupción que padecemos.
En estos días he visitado barrios antiguos, donde viví desde mi infancia hasta los 30 años.
En la zona que colinda con Polanco, donde antes había fábricas de todo tipo: Chrysler, H Steel, Goodrich Euzkadi, Palmolive y colonias de trabajadores, ha surgido una inmensa ciudad Slim que incluye sus museos Soumaya y Acuático y enormes torres de oficinas y departamentos de lujo. Curiosamente sobrevive la Cervecería Modelo.
En la calle de Lago Alberto, donde vivieron los Perelló, nada es igual a lo anterior, de pronto uno se siente en cualquier conjunto de rascacielos de Nueva York o Londres.
En mi barrio, las calles de Cañitas, Mar de Kara, Mar Rojo, Mar de la China, Mar Blanco, donde antes hubo establos, recauderías, pulquerías, fábricas de billar, sastrerías, boticas y muchas vecindades e incluso hoyos funky, hoy son departamentos de precios inalcanzables. Afortunadamente sobreviven la taquería de tripitas, con 95 años de existencia y la barbacoa Andrés de Lago Garda, también mi escuela primaria Árbol de la Noche Triste.