Hace años en México tuvimos auge por los reality shows; uno de los más exitosos fue La Academia, escuela donde se modificaba la conducta de los discípulos, previamente seleccionados por su potencial, para formarlos como cantantes de calidad.
Algunas recordarán los nombres de esos alumnos, sus trayectorias y éxitos musicales; tan efectiva le resultó la fórmula para la televisora que lo transmitió, que le siguieron generaciones posteriores, pero ninguna con el trancazo comercial de la primera.
Este año regresó el mismo concepto, pero ahora modernizado y actualizado, con un nuevo elenco en la conducción, en los jueces y hasta con nuevas reglas. Es interesante analizar este producto televisivo, ya que recaptura al viejo mercado que se cautivó con el concepto en sí.
Desde el punto de vista capacitación para el cantante en ciernes, es admirable cómo las nuevas generaciones acatan las reglas, la disciplina, las actividades de clase y todo lo que se requiera para que sean competentes como figuras del ámbito musical; se les modifican sus conocimientos, sus habilidades y sobre todo sus actitudes para poder sacar al potencial artista. Los maestros deben adecuarse para poder hacer llegar sus conocimientos a esta nueva generación de alumnos, con todos sus defectos y virtudes. Las nuevas tecnologías de la información apoyan en la educación de los académicos de manera más efectiva y moderna.
En cuanto a nosotros como mercado meta, la televisora usa además las redes sociales para dar a conocer nuevas noticias del show, acontecimientos antes, durante y después del programa, se pueden revivir las interpretaciones de nuestro alumno favorito y volver a sentir la angustia del estudiante “no aprobado” por el público y que por ende, debe salir del concurso.
En hora buena por la decisión de la empresa de revivir el concepto, por la elección de los jueces, alumnos y maestros del reality, y por los buenos ratos que nos hacen pasar los domingos por la noche.
