Cultura

La esposa ideal

  • Columna de Inés Sáenz
  • La esposa ideal
  • Inés Sáenz

Hay de esposas a esposas, lo sabemos. Unas gustan más que otras, eso no es ninguna novedad.

La literatura nos muestra un abanico de posibilidades. Yo, en lo personal y dadas mis circunstancias actuales, ando en búsqueda de la esposa ideal.

Con esta idea loca en mente, me pongo a fantasear con mi vida actual y pasada.

Del presente no tengo la menor duda: no necesitaría poner el reloj despertador, porque ella estaría pendiente de mis amaneceres. Me susurraría, con una buena taza de café en mano, que ha llegado la hora de levantarse. La imagino empezando el día más temprano que el resto, apurándose en la cocina para organizar el desayuno de todos. No quiero meterme en discusiones sobre la ayuda doméstica, porque la hay y realiza el trabajo duro, ése que nadie quiere hacer. No obstante, la esposa soñada prevé que cada quien tenga lo que necesita. Mi loco ajetreo por la ciudad, mis constantes viajes recibirían el consuelo —al llegar a casa— de una buena sopa caliente que llegaría a mi mesa cargada de una historia en la que se entrelazan sus manos y pies: idas y vueltas al supermercado, cuchillos afilados, el fuego de la estufa, un poco de consomé y el tiempo de cocción. Sin duda, yo viajaría más tranquila, porque ella me ahorraría movimientos desgastantes y aparentemente inútiles. ¿Y qué decir de los nardos en primavera, del cempasúchil de octubre y las nochebuenas de diciembre? Mis ojos lagrimean agradecidos por la belleza.

Como Scrooge, el protagonista de Un cuento de navidad de Charles Dickens, dejo el presente y me traslado hacia mi pasado, a los momentos duros de la recién estrenada maternidad, la dificultad de concentrarme, el jaloneo de las demandas de la casa y el trabajo. Decir NO se convirtió en acto exótico, más bien impensable. Las puertas de mi ser y de mi cuarto estaban abiertas de par en par. Había que responder afirmativamente a las exigencias de la vida cotidiana, que también me traían muchos placeres: baño, pañales, mocos, pediatra, juegos, jarabes, bicicleta, colegio, tareas. Las constantes demandas atomizaron mi atención de tal manera que se volvía cada vez más difícil pensar con calma y retomar las tareas pendientes que se quedaban aletargadas indefinidamente. ¿Qué habría cambiado si —además— me hubiera acompañado la esposa ideal? Habría tenido noches de mayor reposo, un mejor semblante y más energía a la mañana siguiente; habría leído mucho más; habría tomado más cafés, conversado con más amigos; habría —incluso— dormido la siesta de vez en cuando. Habría visto más películas y caminado más cuadras a mi ritmo. A pesar de todo lo que digo, debo confesar que no me interesa la perfección; he sido una compañera y una madre egoísta a veces, inconforme y rebelde siempre.

Cuando pienso en la mujer ideal, viene a mi mente un divertido cuento de José Donoso, titulado Chatanooga Choo-Choo, cuyo narrador tiene el poder de borrar de su esposa todo lo que le estorba: la boca, que desaparece con un algodón y crema limpiadora, o los brazos, que desarma de vez en cuando para que ella no tenga la posibilidad de atacar. La esposa perfecta es imaginada por el escritor chileno sin voz y sin capacidad de acción. Si yo hubiera sido un personaje de Donoso, habría acabado en una casa de salud mental o en el cementerio.

Hay muchas esposas de carne y hueso que creen todavía en el mito de la esposa ideal, anulando por completo su desarrollo en aras del éxito del marido y del bienestar de la familia, como si la felicidad tuviera que exigir a cambio su sacrificio. Acabo de leer un artículo de la periodista Noemí López Trujillo sobre la servidumbre voluntaria de las esposas de los escritores del Boom latinoamericano. Su paciencia y abnegación garantizaron a sus maridos el trabajo a puerta cerrada, la comida servida en la mesa, la vida resuelta, la concentración a tope. Gracias a su trabajo invisible, ellos se convirtieron en autores consagrados.

¿Y ellas?

Pagaron caro por una fantasía atroz.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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