Cultura

Desde aquí

  • Columna de Inés Sáenz
  • Desde aquí
  • Inés Sáenz

Hablar por teléfono con mi amiga Diane me dio cierta paz. Una paz relativa que desaparecerá con el siguiente recuento de los hundidos y los salvados. Aunque nadie lo diga, flota en el ambiente el temor de que el coronavirus invencible traspase las puertas de nuestras casas. Intento estar bien, hacer todo lo que me toca, menos planear. Eso se acabó, por el momento.

Nuestra casa, esa burbuja espacial que nos guarda, ha suspendido mágicamente la estructura del tiempo, ese orden que inventamos para protegernos del abismo. La contienda sin armas, la guerra sin ruinas descoloca, pero también nos hace conscientes (como nunca antes) de la fragilidad de nuestra especie. Me pregunto en qué parte de la vida eso se olvida.

De entre todas las cosas que leo, me enternecen las frases de ánimo, la urgencia a seguir funcionando como si nada pasara, el llamado optimista a aprovechar cada minuto para leer un nuevo libro, aprender una nueva habilidad o arrancar un proyecto que nos saque del anonimato. Deseo creerles, pero mi cuerpo se resiste, no se convence, intuye que tomará tiempo incorporar esta incertidumbre. Y vuelve la culpa por no hacer de este tiempo una hazaña memorable.

No cuento con la disposición para profundizar. Mi inquietud es tan invasiva que paraliza. De tanto leer noticias, análisis, y pronósticos me siento aturdida como una mariposa que se golpea varias veces contra la luz de la lámpara. La bulimia de palabras me agota, el exceso de voces ajenas y propias me abruma. Alerta unas veces, ensimismada otras, experimento emociones básicas que van del miedo a la ira,y esto me obliga a parar en varios momentos del día para respirarlas sin juicio de mi parte. Intento vivir sin poner adjetivos a esta realidad tan extraña. Respiro siempre. A veces me refugio en internet.

“El consumo es, junto con el amor, el otro gran sueño de la vida privada”.

Mientras me meto a Google, recuerdo esa frase dicha por Gilles Lipovetsky en una entrevista que publiqué en Notivox hace casi una década. Hoy la vivo como una profecía. Sucede que he desarrollado una debilidad por consumir vicariamente, explorando el mundo de las novedades inútiles; descubro en mi travesía maravillas que se materializan en esponjas con nanopartículas antibacteriales o aparatos rarísimos que ayudan a ponerse bien los calcetines. Me da por perder el tiempo en búsquedas que nunca se consuman en la caja registradora; me distraen, los disfruto con humor y asombro. Sin embargo, algo cambió. En el momento en que me introduje en el mundo fabuloso de los objetos felices, algo interrumpió el instante de la fantasía. Entendí que debía suspender la idea de futuro. Entretenerme con la ensoñación era una amenaza. Supe que hacer caso a esa corazonada sería mi salvavidas. Me afianzaba a un amuleto irracional pero verdadero, al menos para mí. Respiro.

Quiero describir mi caos interno porque no me es posible hacer otra cosa, porque no sé qué decir. Me siento responsable del maltrecho estado del mundo, culpable del liderazgo tan torpe y limitado de nuestros políticos aquí y más allá; culpable de la voracidad humana de la que formo parte; de la inconsciencia en la que vivo; de la precariedad en que hemos colocado a quienes nos cuidan, a esas manos que velan por nuestra salud, y que hacen posible que tengamos pan y comida en la mesa; me siento inmoral por estar confinada mientras esos verdaderos héroes están en la primera línea de batalla sin el reconocimiento que merecen, por unas políticas que han entendido erróneamente que la protección está en otra parte. Me siento culpable. Respiro.

Hoy no puedo escribir de otra cosa que no sean las condiciones concretas desde las cuales trato de poner orden a este texto. No quiero esconderme detrás de los conceptos, hacer como si el mundo de las ideas fuera lo que importa, acallar mi sentir para mostrarme objetiva y dueña de certezas sobre cuestiones relevantes.

No estamos para esos lujos. Expresar esta desazón es lo que hoy me importa. 

Google news logo
Síguenos en
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.