Resulta que nosotros los sapiens no somos tan racionales como creemos. Quienes estudian el comportamiento humano nos alertan contra un enemigo feroz: nuestra ceguera sobre nosotros mismos. Inteligentes y estúpidos cometemos por igual errores serios en la manera de interpretar la información, y sobre todo de interpretarnos. Nuestros errores de razonamiento son mucho más frecuentes de lo que pensamos.
En su libro Pensar rápido, pensar despacio, el premio Nobel Daniel Kahneman nos explica que el proceso de pensamiento es una mezcla de dos sistemas: el primero surge de manera espontánea, rápida e instintiva, y nos lleva a conclusiones apresuradas. El segundo es lento y requiere de un mayor esfuerzo mental. Ambos sistemas están presentes en el momento en que procesamos información y tomamos decisiones.
Observo con mucha pena que en nuestro país predomina el primer sistema. Estamos llenos de prejuicios, y lo peor es que no los detectamos.
Kanheman llama a ese “no saber” ceguera, o punto ciego, o ángulo muerto. Son aquellas limitaciones que nos es imposible detectar. La Real Academia de la Lengua Española define el término “ángulo muerto” como zona del exterior de un vehículo que el conductor no puede ver en los espejos retrovisores. Es decir, aquello que se nos escapa sin advertirlo.
La psicóloga Emily Pronin, interesada en estudiar la asimetría entre nuestra manera de percibirnos a nosotros mismos y la manera en que percibimos a los demás, llama a ese no saber que se nos escapa (es decir, a ese no saber que no se sabe) el “prejuicio de punto ciego”. Nos explica que es un sesgo cognitivo por el cual no nos damos cuenta de los prejuicios propios.
Quizá, el prejuicio más acuciante y peligroso se deba a nuestra habilidad para detectar las fallas en los demás y a la imposibilidad de detectar esos mismos errores en nosotros mismos.
¿Por qué hablo del razonamiento en un sábado por la noche, dos días después de haber vivido el terremoto más intenso de la historia de nuestro país y en medio de una tríada de huracanes devastadores?
Porque septiembre no solo ha puesto frente a nuestros ojos los desastres naturales. También ha hecho evidente el desastroso sistema de razonamiento de las voces públicas.
7 de septiembre. Un solo día bastó para declarar muerte súbita al pensamiento.
Las declaraciones de nuestro secretario de Gobernación Miguel Osorio Chong durante el evento “Ciudades seguras para las mujeres. Acciones contra la violencia de género” mostró de qué manera el pensamiento simplista, la estupidez, le ganó la partida. Reproduzco aquí dos perlas. La primera avisa sobre los peligros del huracán Katia: “Como buena mujer, viene firme, dura y con mucha agua”. La segunda advierte sobre la violencia contra las mujeres: “Quien las violenta una vez, las va a violentar dos veces, y quien las vuelve a violentar puede agredirlas, y pueden perder hasta la vida”.
Errores graves de razonamiento en medio de un foro sobre violencia de género.
Violencia sobre violencia. Violencia inadvertida por quien la perpetra. Violencia naturalizada.
Ese mismo día, en su programa de radio “Dispara Margot, dispara”, el periodista Sergio Zurita descargó intensos comentarios misóginos sobre las mujeres y su indumentaria.
Osorio y Zurita se disculparon por sus frases. Frases dichas “con el hígado” (Zurita) o desde un malentendido (Osorio).
Frases, simples frases, inocuas frases.
Frases dichas por hombres educados, hombres líderes, hombres mexicanos, hombres comprometidos.
Frases que las mujeres escuchamos día a día en los pasillos, en las reuniones, en las cenas, en la calle, en la escuela, en las oficinas, en los recesos, durante nuestros trayectos.
Frases condescendientes, seguras, ignorantes, vergonzosas, descaradas.
Frases que reproducen el ancestral, primitivo y reptiliano menosprecio hacia las mujeres.
Frases impresentables e inconscientes.
Frases indignas e indignantes. Provocadoras. Lapidarias.
Incitadoras.
Parece que esas frases ignoran que ser mujer en este país es una condición mortal. Siete mujeres mueren asesinadas diariamente solo por el hecho de ser mujeres.
Las frases me desalientan. Nos revelan el larguísimo y arduo camino que habremos de recorrer si queremos que la violencia se detecte, se haga visible y se penalice.
Las disculpas no bastan.