En días pasados, el Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, anunció la entrega de lo que denominó los “Fake News Awards”, los premios a las noticias falsas. En su presentación, destacó que el 90% de la cobertura sobre su presidencia es negativa, colocando en el mismo lado las opiniones críticas y noticias que no son de su agrado en lo que denominó “coberturas injustas”.
Para cualquier democracia, el periodismo resulta fundamental por el papel que juega como observador de los asuntos de interés público, y en primera posición, de los aciertos y errores de los gobernantes.
Se puede o no estar de acuerdo con las posturas que los medios asumen, pero lo preocupante es la descalificación desde una posición que revela tintes de superioridad y desafío, con el agregado de que queda la pregunta en el aire sobre si esta actitud se encuentra alejada de su electorado, que ha demostrado en diversas ocasiones una clara identificación con esa personalidad.
Justamente es esa base social, por la que a su nombre se adoptan posiciones políticamente incorrectas, al grado de llegar a los insultos y los desplantes, rompiendo los arquetipos propios de la política, a la califican de hipócrita y falta de honestidad.
Es la molestia social, el sentimiento anti sistema, incluso el miedo, lo que conduce a la desesperación que puede incluso respaldar medidas extremas, golpes de timón de 360 grados. Es una cuestión global, porque de esa dimensión es el desprestigio de la política, que ante el empoderamiento de los ciudadanos a través de las redes sociales, irreverentes por naturaleza, hace que la rebeldía verbal sea sin límites, bajo el cobijo de una manifestación de la honestidad hecha palabra, por eso actualmente lo coloquial se convierte en lenguaje confiable, como si no existiera la impostura.
El riesgo es que pasemos del anecdotario y la novedad del comportamiento de quienes detentan el poder público, a las imposiciones y las tentaciones del autoritarismo, en donde por cierto, no tienen cabida las voces críticas y mucho menos las posiciones contrarias.
Es momento de reflexionar sobre como la vida pública se está llenando de egolatría y vanidad, dominando las emociones por encima de las razones en una buena parte de los electorados, por todo el mundo, de ahí que estemos observando en la escena política más “pugilistas” que aspirantes a estadistas, ¿no cree Usted?