Un país provee felicidad a sus habitantes en la medida que provea las condiciones necesarias para que su sociedad se desarrolle: generando talento, fomentando la innovación, siendo atractivo para existir en él y arroje prosperidad (justicia social y bien común) a sus pobladores. Para ello, se requiere una sociedad organizada en la que sólo la distinga la elevada educación, su homogénea instrucción cultural y artística, un gobierno (poderes públicos y niveles de gobierno), correctamente administrados mediante una política y ética profesional (no de improvisados o aficionados), si esto no es así, estaremos condenados al fracaso de: corrupción, impunidad, inseguridad, pobreza y desigualdad.
En el plano internacional los resultados de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que integra a las 34 mayores economías del orbe ubica a México como uno de los tres países con mayores porcentajes de pobreza, de la mano de Turquía y Brasil. Siendo el segundo país con: a) menor ingreso per cápita: 10 216 dólares anuales, que contrasta a menos de la mitad del promedio de 20 882 de la agrupación y b) mayor desigualdad económica -bajo el índice de Gini- con 0.47 puntos, sólo rebasado por Chile, cuando el promedio de la organización es de 0.31 puntos. Transparencia Internacional nos ubica como el país con mayor percepción de corrupción de la OCDE en el lugar 103 de 174, lo que según el Foro Económico Mundial (WEF) nos cuesta entre el 2 y 10 por ciento del PIB anual; algo así como 500 000 millones de pesos. Tenemos proyectado según el Fondo Monetario Internacional (FMI) un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) para 2016 de 2.25 por ciento, tan sólo 0.3 por ciento por encima del promedio regional, pues resulta positiva nuestra política macroeconómica cuando nos comparamos con nuestros pares latinoamericanos.
México en su perspectiva nacional, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) apenas hace seis meses dictaminó un aumento de dos millones de mexicanos a los índices de pobreza entre 2012 y 2014, es decir, un millón de pobres cada año, lo que nos ubica en 55.3 millones de mexicanos; con un 46.2 por ciento de la población total de nuestro país. Resulta aún menos alentador el análisis de que en los últimos 22 años arroja prácticamente los mismos indicadores de pobreza que teníamos en 1992, pues los índices de pobreza del país han aumentado, hoy representa 46.2 por ciento de la población nacional. Cuando la tasa de crecimiento nacional ha sido de tan sólo 1 por ciento y, cuando décadas antes llegamos a estar en el 5.6 por ciento.
A nuestra nación mexicana le urge un compromiso con la excelencia y la calidad por parte de los sectores público y privado, en el que la táctica y la estrategia económico-financiera de mejores modelos de políticas públicas (diseño, planeación, ejecución y evaluación) pues el presupuesto para el siguiente año según la Ley de Ingresos de la Federación será de 4 billones 763 mil 874 millones de pesos, una cantidad nada despreciable para poder ejercer y generar los resultados y metas fijadas. Tenemos que fortalecer el mercado interno, con un crecimiento paulatino pero sólido del PIB, pues si somos 120 millones de mexicanos, el 52 por ciento vive en la pobreza y el 80 por ciento es vulnerable. Debemos de aumentar la inversión pública y privada, desarrollar la infraestructura óptima, a fin de revitalizar las esferas de lo político y ético.